Tranquilos, el PP no se va a hacer el "harakiri"

Los presidentes de Diputación saltaron ayer como impulsados por un resorte al conocer el brindis al sol de Albert Rivera -aceptado sin problema por Pedro Sánchez- de suprimir dichas instituciones provinciales. Es normal que por encima de todo justifiquen la existencia de sus cargos, incluso a sabiendas de que la desaparición de las Diputaciones es una posibilidad tan remota como la de que Esperanza Aguirre fiche por Podemos.

Al presidente de la de Segovia, Francisco Vázquez, la broma le pilló asistiendo en Madrid a una reunión de la junta de gobierno de la Federación Española de Municipios y Provincias, en la que representa precisamente a las Diputaciones. Y lógicamente calificó poco menos que atentado al medio rural la propuesta compartida por Ciudadanos y PSOE. Del mismo o parecido tenor fueron las declaraciones del leonés Juan Martínez Majo, la palentina Angeles Armisén, el vallisoletano Jesús Julio Carnero, la zamorana Maite Martín Pozo y hasta de Jesús Manuel Sánchez Cabrera, aquel que llegó al cargo como resultado de un ajuste de cuentas dentro del PP abulense.

No piensa muy diferente el soriano Luis Rey, el único socialista que preside una Diputación en Castilla y León y que por cierto llegó al cargo gracias a la abstención de los dos diputados provinciales de Ciudadanos. Lo que no sabemos es lo que piensan al respecto precisamente los representantes de Ciudadanos en las Diputaciones, alguno de los cuales perciben remuneraciones nada desdeñables, verbigracia la única diputada provincial por Valladolid, Pilar Vicente, quien tiene asignada una soldada de 59.750 euros anuales.

Pero pueden estar todos tranquilos, al menos mientras el PP disponga de mayoría absoluta en el Senado y por tanto de la llave para hacer viable cualquier reforma de la Constitución. Los populares podrán admitir otras cosas, pero no se van a hacer el "harakiri" de renunciar a una cuota de poder territorial como la que representan las Diputaciones. Por la misma razón que el PP tampoco facilitaría una reforma constitucional del propio Senado, algo que Albert Rivera ni se ha molestado en plantear. Y eso que si hay una institución absolutamente prescindible, esa es la llamada Cámara Alta?