Aún así, no perdamos la esperanza

Informan los medios de comunicación sobre el incremento del consumo de psicofármacos. Estaremos perdiendo el control de nuestras emociones, de nuestros problemas y cada vez somos menos capaces de autocontrolarnos. Recurrir a fármacos tan peligrosos debería ser el último recurso, que probablemente sea el caso de no pocos. Algo está pasando en la sociedad que nos afecta de tal manera que la máquina tan maravillosa que es nuestro cerebro es incapaz de controlar.

Ciertamente la sociedad está atravesando un momento difícil. Aumenta la delincuencia en todas sus formas, aumentan los comportamientos anárquicos y egoístas, que poco dicen en favor de una sociedad madura y democrática.

No debe extrañarnos, por otro lado, pues quienes deberían ser el espejo en el que mirarnos, nos están brindando un penoso espectáculo.

Una vez más tenemos que hacernos eco de la influencia que tienen los medios de comunicación en la sociedad. La TV y la Radio nos están ofreciendo, a diario, programas de opinión/información donde los intervinientes, mayoritariamente, lo hacen de forma agresiva y poco respetuosa con los demás y, por extensión, con los propios videntes/oyentes. La crispación está a flor de piel. Hasta el fútbol está dejando de ser la válvula de escape que fue en otros tiempos. Ahora se polemiza por cómo se tira un penalti y se utilizan expresiones gruesas, llegando a extremos ridículos y poco "deportivos".

La disparidad de criterios, que en otras ocasiones podría ser enriquecedora, hoy se está convirtiendo en un claro signo de discordia, aderezada con una buena dosis de desprecio por quien no piensa igual, llegando, incluso, al odio manifiesto, con negros deseos impropios de un seres humanos entre si.

La falta de autocrítica y la incapacidad de pensar antes de expresarse son, posiblemente, causas de estos despropósitos. Ver la paja en el ojo ajeno siempre ha sido más fácil que ver la viga en el propio, pero hoy más que nuca.

Y nuestros políticos son el más claro ejemplo. El corrupto es el otro, el que debe dimitir es el otro, el que miente es el otro. Y si alguno se atreve a dimitir, lo hace tarde. ¡Vaya por Dios! Lo cierto es que estamos atravesando un momento duro y difícil y todos podíamos hacer algo más, unos más que otros, pero todos algo más.

Aún así, no perdamos la esperanza. Han de venir tiempos mejores y las aguas volverán a su cauce. Tan pronto como hagamos mejor uso del sentido común. Y seamos más generosos y más humildes. Dura tarea.