El camino de la andariega pasa por Villamayor

Muchos siglos jalonan la Historia de la localidad salmantina de Villamayor de la Armuña. Y muchos siglos han dejado impronta en la Historia posterior gracias a la hermosa piedra de cálido tono dorado, que extraída de sus canteras ha permitido edificar construcciones inolvidables ya en la memoria de los hombres que las han conocido. Gran parte de monumentos y edificaciones de la capital charra han sido levantados a partir de este tipo de piedra arenisca que acariciada por el sol y alimentada por su calor devuelve agradecida irradiaciones doradas que dan a nuestra ciudad una luz solo equiparable a la de sus días invernales de cielo azul, o sus cálidos atardeceres de verano. La arquitectura, el arte, la creatividad y la vida en definitiva, de muchos hombres hablan a través de este material que ha dado forma al fondo de muchas existencias pretéritas que también hablan de nosotros y de nuestro tiempo.

No es difícil reflexionar en Villamayor sobre cuestiones de orden tan cotidiano que sin quererlo nos conducen a temas de gran profundidad. Paradojas y paralelismos que siempre se encuentran a la vuelta de cada paso dado en nuestros caminos. Caminos hechos por la "andariega" Teresa de Jesús en pos de una vida que iba construyendo con la fuerza de sus pisadas y la luz de sus palabras. Ella también fue una mujer, que como la piedra de las canteras de Villamayor, edificó entre los hombres unos principios de vida que han hecho Historia, con unos cimientos de ideas y sentimientos tan profundos, que han brillado con fuerza única, indelebles en el tiempo.

Gran emoción en esta tarde de domingo de carnaval para los integrantes del grupo teatral Lazarillo de Tormes, y no sólo por llegar a representar en este pueblo su sólida actuación número 110, sino también por los innumerables lazos de conexión entre esta localidad de La Armuña y la figura de la carmelita que con tanto orgullo han paseado ellos también por innumerables caminos. "Teresa, la jardinera de la luz", su exitosa obra de teatro, que ha traspasado las fronteras del 2015, V centenario del nacimiento de la santa, hace un homenaje al significado de las cosas auténticas que desde la base, son inamovibles por su solidez y presencia luminosa. En este sentido la piedra de Villamayor y Teresa de Jesús se dan la mano. Proyección de futuro tuvieron el director y guionista de "Teresa, la jardinera de la luz", Denis Rafter, y su productor, Javier de Prado. Con un elemento tan universal como Teresa, cuya fuerza llega hasta nosotros, han sabido recoger esta materia prima de primera calidad. Dos factores esenciales han hecho posible el triunfo indiscutible del montaje: un texto conciso y preciso que recoge lo esencial de esta genial mujer, y unos escenarios, los de los altares de las iglesias, que aportan en sí mismos la energía de muchas vidas anteriores. Las de los espectadores asistentes a la representación, se ven reflejadas en la de la atmósfera del XVI, a la que se sienten transportados, gracias a la original puesta en escena que hace Lazarillo de Tormes. Entre hábitos de carmelitas de aquel tiempo, el temor a la Inquisición que nos trae el padre dominico, instalado en su superior posición en lo alto de un púlpito, y la balsámica música del Renacimiento que surge oportunamente del órgano del maestro Salinas, la estructura dramática se va construyendo sólidamente ante nosotros. La luz que irradia el conjunto proviene de la esencia de Teresa de Jesús. Una vida entregada al amor sublime hacia Jesús de Nazaret, que se tradujo en las pisadas dejadas por tantos caminos fundando conventos donde acoger a aquellas mujeres que quisieron como ella caminar el rumbo de sus vidas. Esta libertad y valentía de espíritu nos la transmitió a través de un legado de escritos de diversa índole que nos hablaban de ella, de su época, y de su proyecto de vida. La narración de aquellos acontecimientos, blasonados por sus palabras, poesías, cartas y la defensa a ultranza que de ella hacen en escena las actrices que interpretan a sus hermanas carmelitas, constituyen una magnífica edificación teatral, sólida, elegante y con una luz interior que se proyecta, como la piedra del pueblo anfitrión, sobre el público que la contempla.

La iglesia parroquial de san Miguel cuenta con una anécdota recordada en una losa de pizarra. Se denomina "el centellazo". Se nos cuenta como allá por los finales del siglo XVIII, un rayo atravesó la construcción desde el campanario sin producir ninguna víctima. Sin embargo, en esta ocasión todos los que a Villamayor se han acercado a disfrutar de "Teresa, la jardinera de la luz", no han resultado libres del latigazo arrollador de fuerza y luz que emana de una obra teatral que parece imbuida de la energía de aquella monja. En un momento del montaje, en una desgarradora escena protagonizada por la hermana Juana, papel magistralmente representado por la actriz Marisa Bueno, y que mueve a las lágrimas a todo el público, podemos oír: "Ella es dura como la piedra y suave como la seda?". Con estas características tan propias también de la piedra de las canteras seculares de Villamayor, no es de extrañar la emoción reinante en su iglesia, por el guiño que la personalidad de Teresa hacía a lo más reconocido y reconocible de su pueblo: su dorada piedra tan apuntalada en el tiempo.

Así fue como una vez más, Lazarillo de Tormes llegó a través de otra calzada, en este caso la romana que atraviesa Villamayor, al corazón de sus habitantes y dejó nuevamente las huellas de esta jardinera de luz que aúna el pasado y el futuro, como lo han sabido hacer estas gentes que cercanas a Salamanca aportan a la ciudad, no sólo la materia que construye pasado y presente en forma de piedra, sino el material humano de juventud emprendedora que abre nuevos caminos de futuro.