La gran mentira

Las mentiras mantenidas de forma permanente no suelen responder al desconocimiento de los temas, o a que el ser humano, por naturaleza, no es infalible. Nada de eso, cuando la política entra en escena, aparece la clara intencionalidad ideológica. Haciendo uso repetido de una mentira se intenta justificar lo injustificable, desviar hacia el adversario la propia responsabilidad o modificar la imagen que se tiene del pasado para sacar ventaja en el futuro. El político que intenta discurrir por sendas que se apartan ostensiblemente del normal devenir de un pueblo, alegando razones difícilmente asumibles - no sólo por sus adversarios sino por sus mismos compañeros de partido-, una de dos, o no se encuentra capacitado para llevar acabo lo que se propone, o no está diciendo la verdad. Cuando lo único que está en juego es la credibilidad de un "iluminado", sin llegar a hechos consumados, el normal trascurso de la vida en sociedad acaba por anular y olvidar al mentiroso. Lo verdaderamente grave comienza cuando de la puesta en marcha de esas soluciones mágicas se deriva un fracaso total, cuyas consecuencias debe sufrir todo un pueblo.

En plena etapa de maniobras, más o menos diáfanas, para tratar de alumbrar un gobierno estable, resulta un tanto ridículo pregonar a voz en grito que España necesita un gobierno progresista y que, para llegar a él, la única solución está en manos del partido socialista, apoyado en las fuerzas situadas a su izquierda, -incluidos nacionalistas, independentistas, anti europeístas y anti constitucionalistas-.

Por más que lo intento, no puedo creer que el partido socialista esté de brazos cruzados ante tamaño dislate. Al menos el partido socialista que yo he conocido. Detrás de la conducta de Pedro Sánchez asoma un odio concentrado, no a Rajoy, sino a la derecha y a sus millones de votantes. Arrogarse la facultad de ser poseedor exclusivo de la decisión popular es negar el derecho que puedan tener quienes no piensan como él ?bastantes más que los que le aplauden-.Sencillamente se trata de impedir que llegue a la Moncloa quien ganó las elecciones. Hasta ahora, otros dirigentes socialistas que perdieron las elecciones por mucho menos margen que el Sr. Sánchez, aceptaron la derrota sin tratar de buscar alianzas contra natura para alcanzar el poder.

Insisto, es imposible que en el partido socialista no haya hombres de Estado capaces de evitar lo que todo el mundo ?incluida la socialdemocracia- está calificando como una temeridad. Y no será porque vean en el actual secretario general la persona con empuje que haya conseguido aupar a un partido que estaba en horas bajas. Ninguno llegó tan bajo como él en unas elecciones generales. Tal vez sea el miedo a no salir en la foto ?Guerra dixit- lo que está atenazando a las personas que han demostrado su valía cuando el partido se lo demandó. Puede que la espera al posible reparto de canonjías acabe por dejar mudos a cuantos ahora alardean de cantar las cuarenta a Sánchez en el esperado Consejo Federal. Si así fuera, estaríamos asistiendo a la desaparición de un partido que tuvo mucho que decir en la Transición, y que lo dijo.

Hemos llegado a tal estado de cosas que resulta imposible para el ciudadano creer el mensaje que le hacen llegar. Gobernar con el apoyo de quien se declara dispuesto a romper la unidad de España, acabar con la Constitución, salir del euro y de la OTAN y tratar de instaurar políticas que se estilan en dictaduras marxistas y bolivarianas, nadie que no sea un cínico podrá calificarlo como un gobierno progresista. En no pocas democracias del mundo occidental conviven políticos socialdemócratas que se alternan con partidos conservadores en las labores de gobierno e, incluso, forman con ellos alianzas para sacar adelante políticas que, en el fondo, tienen bastantes puntos de encuentro. ¿Qué hemos hecho los españoles para vernos privados de personajes dispuestos a facilitar el bienestar de todos sus conciudadanos antes que buscar el propio? Señores socialistas, de un gobierno como el que pretende formar el Sr. Sánchez no podemos esperar ningún progreso. Si él no es capaz de verlo es que todavía no se ha dado cuenta de que esos partidos que dicen sostenerle, nunca van a cumplir lo que han prometido. Ni aunque lo firmen. Más bien le acorralarán, sin ningún miramiento, hasta alcanzar todo lo que llevan grabado a fuego. Las peticiones que hoy calificamos de inaceptables, se convertirán en moneda de cambio. Ahora bien, tampoco sería extraño que Pedro Sánchez el Breve sea consciente de esos incumplimientos y lo tenga asumido, si con ello llega a la Moncloa. Y, aunque las consecuencias del previsible aislamiento en que se va a ver envuelta España las vamos a sufrir todos ?empezando por el socialismo-, el efímero presidente del gobierno habrá visto satisfecho su ego, pero, a la vez, deberá ir buscando dónde resguardarse.