Qui a le droit

Las luces navideñas de la ciudad se han apagado y poco a poco van descolgando los adornos de las calles. A la tuya también le llegará pronto. Poco a poco nos vamos desnudando del glamour y luminosidad de los días festivos que van quedando atrás para abajarnos y revestirnos de cotidianeidad de nuevo. Espero que no sea una vuelta a la normalidad estrellada ni accidentada a pesar de que toca desacelerar el ritmo de ocio y descanso y volver a meter la marcha del día a día evitando caer en la rutina y la desidia.

Quizás el haber apagado los adornos navideños es una de las razones por las que hoy Europa amanecía a oscuras.

Han apagado la luz de la esperanza y de la vida para (hasta ahora) doce personas. Doce y muchas más que ya no podrán disfrutar de sus trabajos. Y en esta mañana sombría y oscura retumba en mis oídos el grito de una canción de Francis Cabrel que me gustaba cantar en mi adolescencia: "Qui a le droit". Es un grito que es pregunta ¿quién tiene derecho? Y que brota de lo más recóndito de las entrañas de nuestra humanidad herida violentamente hoy. ¿Quién tiene derecho a arrebatarle la vida a otro?

Pero a esa pregunta han seguido muchas más. Algunas de las cuales recojo aquí ahora. Pican y provocan nuestro conformismo, la comodidad de aceptar los criterios e ideas que convenientemente nos transmiten para que adoptemos. Creo que preguntarse y tratar de ver las cosas desde otros ángulos es positivo.

¿La libertad de expresar unos su humor y otros su ira no tiene límites? ¿No debería ser el respeto al prójimo el límite inquebrantable? ¿Utilizar el cinismo de la frontera con la provocación para intentar hacer reír a una sociedad hastiada? ¿Es que no sabemos apreciar otra sutileza de mejor gusto? ¿Por qué confiamos en que obligaremos a otros a "salvar nuestra proposición" y entender el contexto que ya no nos molestamos en explicar en vez de tratar de no empujar a nadie al límite de sus tragaderas? ¿Y por qué la violencia es la respuesta cuando nos sentimos heridos y agredidos y no el diálogo? ¿Y ahora qué? ¿Ahora mataremos nosotros sumiéndonos en una islamofobia destructiva que hará caer en un mismo saco a ambos bandos de la guerra fratricida que se libra entre sus propias filas?

Tenemos miedo porque nos han apagado la luz de la esperanza en que el entendimiento y la convivencia pacífica de todos es posible. Pero es posible. Como dice la canción: Les hommes sont tous pareils. Y a plusieurs dieux, mais y' a qu'un seul soleil. Un sol que brilla cada día y que volverá a brillar imponiéndose sobre la oscuridad? aunque hoy nos hayan apagado la luz.