Los Picapiedra y un Señor de Gerona

Mal se le pone el ojo a la vaca. Se atisban negros nubarrones en el horizonte, ahora que lo necesario sería que apareciera el arco iris del sentido común y se alejaran los truenos del odio y los relámpagos del egoísmo. Pero, una vez más, España y los españoles quedamos en segundo lugar, tras las luchas interesadas de quienes dicen ser nuestros servidores. Cada día nos lo dejan más claro: no se merecen nuestra confianza.

Con la incertidumbre de saber en qué manos quedará nuestro destino, todas las combinaciones posibles nos las ofrecen, sin descanso, cada día los distintos medios de especulación informativa. Demonizada la derecha por sistema y autoesculpada la izquierda de todos sus vicios y desmanes, estamos abocados a un maridaje de intereses nada recomendables para que esta España nuestra pueda volver a la senda de la prosperidad y el prestigio internacional. Si el matrimonio de los Picapiedra se consuma, no distaremos muchos, a la vuelta de media legislatura, de tener una sociedad tan avanzada y progresista como la que vimos en los famosos dibujos de la tele. Todos tendremos, como signo de riqueza, un genuino Lotus a pedales, que diría el ingenioso Forges. La cabezonería de unos y otros nos va a costar muy cara. Es lamentable que no terminemos de aprender y nos cueste tanto negar nuestro voto a quienes no podemos entregarles nuestra confianza y el devenir futuro como país.

Y para que los nubarrones vengan con más carga de gota fría y arrasen con todo lo que pillen a su paso, aparece un señor de Gerona con malas intenciones, se hace con la Presidencia de la Generalidad en un abrir y cerrar de ojos, nos llama invasores y, por sus cataplines, enfila la recta final y sin frenos hacia la independencia de Cataluña. ¿ Cuánto y qué más hay que esperar para parar en seco este despropósito? ¿Qué les falta por hacer para decirles: basta? En este país nuestro meten en la cárcel a un pobre padre que roba una gallina para que coman sus hijos y campan a sus anchas los grandes delincuentes. Eso porque la Justicia es igual para todos. Si no fuera por lo dramático y patético que resulta todo, sería para reir hasta morirse. ¡Pobre España!

Por la misma boca de toda una abogada del Estado nos hemos enterado que eso de que "Hacienda somos todos" no es más que un slogan publicitario. Quien debería defender los intereses del Estado, quien debería acusar con el mismo fin, se han convertido en defensores de una presunta acusada de delitos varios, por ser quien es, imagino, donde la Justicia deja de ser igual para todos, porque toda norma o ley tiene su excepción. El Sr. Roca lo va a tener fácil, como defensor.

Nos esperan semanas calentitas. Seguramente vamos a tener la oportunidad de descubrir lo que les importamos a unos y a otros. Lástima que tengamos que aprender a base de tropiezos y fracasos. Democráticamente seguimos dejando mucho que desear. ¿Hasta cuándo?