CARLOS JAVIER SALGADO FUENTES / Doctor en Ciencias Políticas y de la Administración por la Usal
Estas han debido de ser unas Navidades tensas para Artur Mas y los miembros de Junts pel sí, llenas de incertidumbre sobre qué ocurriría con el apoyo de la CUP. Y es que si bien parecía que todo se iba a resolver en la asamblea del grupo anticapitalista del 27 de diciembre, ésta otorgó un inimaginable empate a 1.515 votos entre el sí y el no a Mas. Y con el empate, 'vuelta la burra al trigo', reunión de las directivas de la CUP el 2 de enero y, hasta entonces, los miembros de Junts pel sí atónitos, sin saber en Nochevieja si comerse las uvas con alegría o con temor. Finalmente, sus peores presagios se cumplieron, pues la directiva de la CUP deshizo el empate de sus bases para optar por no investir a Mas en la forma de otorgar 5 votos a favor y 5 en contra de los 10 que poseen en el Parlamento.
Esta decisión de la CUP imposibilitaba la investidura de Artur Mas como presidente, ya que contaría con el respaldo de 67 diputados (los 62 de Junts pel sí y 5 de la CUP) y el voto en contra de 68 (los 25 de C's, 16 del PSC, 11 de Catalunya sí que es Pot, 11 del PP y 5 de la CUP). Resultado: si se mantenía a Mas de candidato, no habría presidente, y se iría otra vez a las urnas. Ese parecía que era el guión que se iba a seguir hasta que, in extremis, CUP y Junts pel Sí han llegado en la tarde de este sábado a un acuerdo. Mas pasará a un segundo plano y el hasta ahora alcalde de Gerona, Carles Puigdemont, pasará a presidir la Generalitat de Cataluña.
Lo más llamativo de 'la cuestión de Mas', quizá haya sido que su no-investidura se ha cobrado la cabeza política del líder de la CUP, Antonio Baños, que dimitió confesándose incapaz de defender la postura aprobada el día 2 por la directiva de su formación. Baños alegó que una de las ideas matrices que le habían llevado a encabezar la lista de la CUP en las elecciones de septiembre era su ilusión porque se pudiese llegar a fundar una república catalana independiente, hecho que consideraba trabado por la decisión tomada por su formación, que a priori y visto lo enrocado de las posicionados avocaba a Cataluña a nuevos comicios.
Por su parte, Artur Mas y el resto de miembros de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), envolviéndose en la bandera, llegaron a insinuar que el rechazo de la CUP a Mas suponía una especie de traición a Cataluña, considerando que era un paso atrás en el denominado procés que dificultaba el camino hacia la independencia catalana. Sus socios de coalición, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), han exhortado continuamente a la CUP a replantearse su decisión, conscientes de que una nueva cita con las urnas podría desembocar en la pérdida de la mayoría absoluta por parte del independentismo, así como la pérdida de buena parte del electorado propio de ERC, que podría redirigirse hacia En Comú Podem (si esta coalición creada para las pasadas elecciones generales se revalidase para unos comicios catalanes). A todo ello, ERC tendría que sumar la difícil decisión sobre revalidar la coalición Junts pel sí o caminar por separado, con el castigo que este último caso podría conllevar para el independentismo de cara a lograr la mayoría absoluta, habida cuenta del sistema electoral por provincias.
En todo caso, si bien la CUP llegó a proponer que Oriol Junqueras o Raül Romeva pudiesen ser quienes presidieran el gobierno catalán de cara a votar a favor de su investidura, en Junts pel sí no han querido recoger este guante en ningún momento, de hecho, ni tan siquiera ERC. Y es que el partido de Mas, Convergència, tiene mucho peso en Junts pel sí, hecho del que son conscientes en ERC, que saben que sin los convergentes no tendrían posibilidad de llevar a buen puerto el proceso separatista. De este modo, si bien Esquerra ha sacado mejor resultado que CDC en las generales, no ocurre lo mismo en el reparto del poder municipal en Cataluña, donde la ya desintegrada coalición de Convergència i Unió (CiU), cuyo principal protagonista era el partido de Artur Mas, es la que logró en mayo más concejales en Cataluña (3.336, a los que se podrían añadir los 25 de su filial aranesa ?Convergència Democràtica Aranesa-), y desde luego más que ERC (2.380) y la CUP (382), que se situaron como segunda y cuarta fuerza en número de ediles.
Número de concejales en Cataluña de las principales formaciones
Concejales | ||
Convergència i Unió | CiU | 3.336 |
Esquerra Republicana de Catalunya | ERC | 2.380 |
Partit del Socialistes de Catalunya | PSC | 1.278 |
Candidatura d'Unitat Popular | CUP | 382 |
Partido Popular | PP | 215 |
Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía | C's | 175 |
Resto (agrupaciones locales de electores, etc.) | 1.311 | |
TOTAL CONCEJALES CATALUÑA | 9.077 |
Fuente: Elaboración propia (CJSF)
Por tanto, la sustitución del candidato de Convergència (Mas) por uno de otro partido podría tener como consecuencia la no votación del nuevo candidato por parte de los miembros de CDC y con ello la paralización del proceso independentista de la misma manera, tanto en el parlamento catalán (donde CDC tiene 29 de los 62 diputados de Junts pel sí), como en los municipios (donde es el primer partido en representación, y sin el cual ERC y la CUP apenas sumarían un 31% del total de ediles, frente al 68% que sumarían si se les agregasen los de CiU, miembros mayoritariamente de CDC). Precisamente por este motivo, si se cambiaba el candidato a presidente por parte de Junts pel sí, debía pasar por ser otro miembro de Convergència. Así pues, el viernes hubo un primer intento con Neus Munté (candidatura que fue rechazada incluso por ella misma) pero CDC no se echó atrás en que Mas siguiese siendo su candidato, habiendo sido el último nombre en ponerse sobre la mesa el del alcalde gerundense Carles Puigdemont, también de filiación convergente y que, por el apremio de los plazos, ha sido el que finalmente ha logrado convertirse en un nombre aceptable tanto por la CUP como por Junts pel sí.
En todo caso, el debate y las tensiones sobre la investidura de Mas no han sido sino un tira y afloja en la lucha por la supremacía en el catalanismo entre la derecha catalana (CDC) y la izquierda antisistema nacionalista (CUP) en la cual, evidentemente, Convergència no se ha apartado a un lado a la hora de encabezar el procés, y será un miembro de CDC el que presida el nuevo gobierno catalán. Y es que CDC es el partido con más diputados en el parlamento catalán y con más concejales en los municipios, habiéndose visto superado por otros partidos solo en las elecciones generales, donde En Comú Podem obtuvo 12 diputados y ERC 9, uno más que la lista apadrinada por CDC, Democràcia i Llibertat (DiL), si bien los diputados catalanes en el Congreso de los Diputados no tienen ningún poder decisivo para el proceso independentista catalán (más allá del de poder hacer mayor o menor presión al Gobierno central), pues el 87% de los diputados españoles se eligen fuera de Cataluña. A ello hay que sumar que la victoria de ERC sobre DiL en escaños, apenas lo fue de un 0'90% en votos en el conjunto de Cataluña (33.788 votos) y DiL logró erigirse como fuerza más votada en Lérida y Gerona, mientras que ERC, en las dos provincias donde obtuvo más votos que DiL (Barcelona y Tarragona), se vio superado por En Comú Podem.
Los resultados de las elecciones generales en Cataluña, no obstante, pueden haber resultado decisivos para que CUP y Junts pel sí tomasen un acuerdo en el último minuto. Y es que la victoria en Cataluña de En Comú Podem en diciembre ha metido el miedo en el cuerpo al independentismo, temeroso de que pudiesen darse unos resultados similares en unas hipotéticas elecciones catalanas. Por ello, y aunque a priori Junts pel sí resistiría mejor unas elecciones autonómicas y se mantendría como primera fuerza (la gente otorga un carácter diferente a las elecciones generales, consideradas más presidenciales, que a unas autonómicas, percibidas más como territoriales allí donde hay nacionalismo), el independentismo se hubiese expuesto a la posibilidad de quedarse sin mayoría absoluta, a lo que se sumaría que la problemática de no poder formar gobierno podría volver a repetirse. Así, finalmente, tras tres meses intensos sobre la cuestión de la investidura catalana, ha habido fumata blanca sin que haya que repetir elecciones. O dicho de otra forma, el pulso al Estado por parte del independentismo catalán se intensificará a partir de ahora, pues el nuevo gobierno catalán buscará la desconexión paulatina de España hasta llegar (si nada lo remedia) a una proclamación unilateral de independencia.
Y, mientras tanto, una vez acabado el 'circo' de la investidura en Cataluña, seguiremos con el culebrón español, antojándose casi imposible la tarea de formar un gobierno en España. Desde luego, a partir de ahora, con un gobierno catalán plenamente operativo planteando la independencia y un gobierno español en funciones (atado de pies y manos para legislar por esta circunstancia), se avecina un 2016 políticamente 'movidito'.