¿Y ahora qué?: del frente electoral a la guerra de posiciones y la consecución de la unidad...

Tras las elecciones generales del 20-D ha resultado un escenario político-institucional movedizo que pese a las críticas de caótico e ingobernable no viene nada más que a representar lo que en realidad es un sistema parlamentario de pluralismo político, que obliga a negociar y a llegar a pactos, negociaciones y pactos de los que se vislumbra lo siguiente: el PP quiere mantener el chiringuito sea como sea; Ciudadanos juega a querer ocupar un sitio que no existe; el PSOE se encuentra en una encrucijada en la que todos sus caminos conducen a su suicidio, ya sea formando un gobierno de "gran coalición" PP-PSOE-C´s, facilitando por acción u omisión un gobierno del PP o con elecciones anticipadas que le podrían salvar de milagro por los dichosos efectos del sistema electoral, pero que le forzarían, ahora sí, a pactar con Podemos desde una posición de debilidad. Y mientras tanto, Podemos está disfrutando viendo como su estrategia de "centralidad del tablero", que no tiene nada que ver con el llamado "centro político", llega a su culmen, recibiendo críticas por parte del resto que se ven obligados a unirse mientras los primeros sólo proponen 5 grandes acuerdos de sentido común y que la gran mayoría de la ciudadanía puede respaldar.

Creo que el escenario final será la gran coalición "salvapatrias" y eso lleva a Podemos a la oportunidad de gobernar en un futuro cercano, pero también al riesgo de convertirse en una fuerza estancada e irrisoria, como la presente IU. Llegó la hora de coger el catalejo y de otear el horizonte, de convertir la maquinaria electoral en un movimiento nacional-popular, porque por el contrario, nos veremos resignados a convertirnos en una nueva Syriza con capacidad de gobierno, pero con ninguna de ostentar el poder político. Para Gramsci, la "guerra de posiciones" precedía al asalto del poder, para ello era necesario el "partido orgánico" que disputase el poder a la burguesía. Sin embargo, para Podemos ha sido al revés: sus dirigentes han defendido que tras la brecha y el imaginario colectivo heredado por el 15-M, lo que el difunto Ernesto Laclau llamaría "cadena de equivalencias", había una gran oportunidad electoral, y que ahora toca transformar el partido electoral en un movimiento socio-político. Siendo clara la estrategia se difiere en la táctica, y en el presente es muy difícil dilucidar cuál es la más exitosa, siendo posiblemente las dos dependiendo de las características de cada momento.

Lo que sí es compartido es la obligada necesidad de la "unidad popular", que no tiene que ver con la conformación de una coalición de izquierdas, sino con la organización del pueblo para sí hasta convertirse en una fuerza hegemónica culturalmente con capacidad de determinar las decisiones políticas en la sociedad. Lo que gran parte de la izquierda no entiende es que para conseguir esa unidad tienes que formar parte del pueblo, no despreciarlo por no comprender qué es eso de la lucha de clases y el "materialismo dialéctico".

En todo esto el papel de colectivos como las Mareas y la PAH ha sido fundamental, pero falta algo que lo unifique, un movimiento que ejerza de nexo. Hace falta un nuevo 15-M, un movimiento que frente a la reforma constitucional que va a perpetrarse por arriba y que ya comenzó con el artículo 135 de la Constitución Española de 1978 anteponga un contrapoder suficiente para comenzar por abajo un nuevo proceso constituyente y con ello, la construcción de un nuevo proyecto de país.

Pongámonos manos a la obra.