Los peces en el río

Éste es un artículo quizás improcedente y medio blasfemo, socialmente blasfemo quiero decir. Y no querría herir a nadie, pero a la vez querría explicar adecuadamente, si puedo, mi pensamiento y así cumplir los dos objetivos. Pero sin entrar mucho en el fondo de la cuestión, para evitar problemas mayores. Veamos.

Comienzo con una historia que siempre la recobro cuando llega alguna ocasión que me la sugiere: hay zonas en los ríos en las que puedes practicar la pesca, pero tienes que tirar al agua el pez que acabas de pescar para que vuelva a su medio y siga viviendo tranquilo. Eso sí, con una herida, a veces grave, en la garganta producida por el anzuelo traidor. Es una ley para salvar peces pero tiene una ancha franja de exquisita crueldad añadida. Nunca he hablado de esto con algún pescador para que me explicara el extraño placer que hay en este mecanismo de perdonavidas.

Pero no es la historia de peces devueltos al río la que ahora me interesa, sólo la cuento por sus parecidos con acciones humanas que aunque sea de lejos se le parecen. Sobrepasando algunas líneas rojas podría decir que eso se me parece a esa acción tantas veces repetida de dar de comer, sin solucionar el problema de la carencia; de dar pescado sin pretender nunca enseñar a pescar; de dar juguetes, sin pensar en los días perdidos de clases perdidas; de generar enfermedades y luego promover asistencias sanitarias para combatirlas. Es estrechar el cerco económico hasta cortar la respiración y luego dar ayudas que sirvan de oxígeno para sobrevivir; imponer los monocultivos que interesan al impositor y después tapar amablemente los agujeros y carencias que esa imposición genera al final de cada cosecha, etc., etc., etc? Llueven los ejemplos de cosas grandes y de acciones pequeñitas, de situaciones de lejos y de trampas de cerca.

Poniendo una comparación más grosera es como invitar a un pobre a cenar en casa un día de estos o llenarlo de cosas en estos días, o en otros, claro, y luego enviarlo de nuevo a su miseria definitivamente adquirida y adjudicada. Seguro que cuando el pescador devuelve al agua su pez herido piensa que está haciendo una buena acción, solidaria y además perfectamente legal, si es que no hay un cartel en la orilla que aclara la generosa y ecológica condición. Se conjuga confortablemente la satisfacción del pescador y la defensa del medio fluvial. Perfecto. Claro que el único que no opina es el pez, la cosa la deciden la Administración del Medio y el pescador.

Ya decía yo que esta reflexión iba a derivar por carriles de desagrado y hasta de falta de respeto. Lo siento si así es entendida y eso querría decir que, como ya me temía al comenzar, no he sabido explicarme bien.

En todo caso me costaría mucho pescar en un lugar de esos en los que la ley impone devolver generosamente al agua los peces traidoramente pescados. Hay en esto un vericueto inhumano que no acabo de desenredar. Ahí queda, y el desenredador que lo desenrede buen desenredador será.

Nota post:

Como acabo de estrenar un año según nuestra frágil contabilidad, me digo que con lo escaso que está el tiempo ? he pasado ayer tarde por la plaza del Corrillo y he remirado de reojo a Cronos devorándonos a nosotros, hijos del tiempo, sin piedad alguna ?, no voy a perderlo en pescar peces para devolverlos al agua a continuación. Voy a ver si me junto con otros pescadores y enseñamos a alguien a pescar?