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Frío de Janeiro
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DESDE GUADRAMIRO

Frío de Janeiro

Actualizado 29/11/2015
Carlos Javier Salgado Fuentes

CARLOS JAVIER SALGADO FUENTES / Doctor en Ciencia Política y de la Administración por la Usal

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Noviembre toca a su fin, y con él, han llegado ya los primeros fríos intensos, aires que se antojan invernales y que parecen trasladarnos hasta los más duros días de enero (Janeiro en portugués). Es temporada de frío, de lumbre y brasero, el otoño está iniciando su despedida.

La lenta pero constante caída de las hojas de los árboles llena las calles de una amalgama de colores ocres y dorados. Quienes han llegado recientemente a la vida se preguntan qué ocurre, es otoño, y éste ha llegado como cada año, con los árboles de hoja caduca desprendiéndose de su apariencia robusta, con sus hojas besando el suelo de la tierra, esa tierra que los mantiene en pie, a la cual sus raíces se agarran para sostener el edificio arbóreo.

Entretanto, los humanos nos afanamos en no sucumbir ante el frío, nos forramos con varias capas de ropa y las facturas se disparan en estos meses, ante la animosidad del paisanaje de que sus moradas se erijan en reductos del calor. Claro está, no en todos los casos. Muchos conciudadanos, sin más techo que las estrellas del firmamento, intentan plantar cara como pueden al frío, en una lucha en la cual las lenguas polares del último otoño atraviesan los escudos de cartón empleados por las personas sin hogar para defenderse de las heladas.

En las flores, que van abandonando nuestros campos dejando paso a unas estampas de color verde vejiga, el rocío sazona cada mañana el paisaje, que a primera hora de la mañana semeja estar casi nevado. El áurea que envuelve en estas fechas el campo, de rocío, neblinas, y vaho en la respiración allá donde hay animales, entre los que nos contamos los humanos, otorgan una bucólica imagen de la época más despreciada del año, quizá la más necesaria. El frío se hará acompañar de nuevo por la lluvia y, con ella, los campos terrenales podrán reverdecer de nuevo, sirviendo esa agua de simiente para que las flores puedan brotar en masa arribada la primavera.

En todo caso, los tiempos han cambiado sobremanera y la época de frío ya no es como antes. En las casas, las calefacciones que pueblan de calor todo el hogar han sustituido al brasero de cisco y la lumbre. De estos dos elementos, la melancólica lumbre aún goza de cierta salud. Desconocida en las urbes, está plenamente vigente en nuestros pueblos, donde las casas no han sido sustituidas por bloques de viviendas plurifamiliares, colmenas humanas para la vida moderna. Sin embargo, el brasero de cisco languidece, agonizando incluso en la memoria colectiva, ayudado en ser sepultado por su joven hermano, el brasero eléctrico. La rejilla del brasero y la badila han pasado a ser objetos de decoración, aunque para mí, que he sido observante de su utilidad, siempre serán esos objetos que ayudaban a mi abuela en su combate personal contra el frío.

Época de heladas, de silencio en las rúas de nuestros pueblos. Meses en los que algunos de nuestros paisanos más ancianos siguen el camino del exilio económico que tomaron sus hijos, alejándose del frío para regresar una vez pasado éste. Nuestros pueblos se entristecen, solitarios, y las miradas de nuestros templos, donde el metal de las campanas se abraza sin dudarlo al frío, parecen contagiarse de esa tristeza que otorga el final del otoño y la inminente llegada del invierno, a menos de un mes vista. Antiguo tiempo de serano, de reunión de vecinos para hilar alredor de la lumbre contándose historias. Tiempo de frío, que supone el final para un año pero el comienzo para otro.

Bienvenido frío, ayúdanos a valorar ese calor que acabamos maldiciendo en verano.

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