Pupitres y trincheras

Muy queridos lectores míos, no sé si será el frío de estos días, la lluvia que cayó sin querer caer o las declaraciones de guerra tan dispuestas a esa lucha desigual contra el fantasma de lo que no es sino barbarie pura y dura, que me siento yo de lo más desanimada con pesadillas en las que los niños refugiados duermen a la intemperie de mis peores miedos: los del hambre, el frío y la agresión. Niños sujetos a la crueldad de la historia de aquellos que no saben resolver esta llaga purulenta que parece doler más que el miedo a los atentados indiscriminados en nuestras calles y plazas. Nuestra forma de vida, aquella que debemos defender con uñas y dientes, caliente y segura, no vale tanto como la suya. Por eso me duele hasta la raíz del pelo y como me niego a buscar un tema más inocuo ?la desconexión catalana me aburre y los ocho apellidos catalanes me hacen sonreír porque el humor español no evoluciona y siempre acabamos haciendo chistes de vascos, de mañicos y saben aquel que diu?- me decido a tomarla con Marina porque me lo ha puesto fácil el señor?

Uno se pregunta por qué cuando se acercan las elecciones, a los señores políticos les da por la educación y no antes, pero esta vez la cosa tiene bemoles. Unos pidiendo que la ESO se alargue hasta los 18 años, solución que vendrá muy bien para bajar la tasa de paro, pero que se revela insostenible cuando el personal lo que quiere es salir del instituto cuanto antes; y otros, como el filósofo, tocándole las narices al personal de la manera más simploide, porque recurrir al pecunio es un golpe bajo que estoy a un tris de pedir que en todos los convenios colectivo se aluda a la bajada de sueldos a aquel trabajador que no cumpla al cien por cien en su puesto de trabajo. Manda huevos como dijo aquel. Ahora resulta que vamos a incentivar una tarea tan compleja de evaluar como el hecho de enseñar o tratar de hacerlo a un grupo de adolescéntulos que lo único que quieren es que suene el timbre y que se hacinan en clases donde todo está obsoleto y es el ánimo del docente el que se impone a todas las dificultades. En fin, está visto que cuando uno no baja a la plaza y ve los toros desde la barrera la cosa se pone estupenda y alucinamos en colorines. Permítanme que sea yo quien cobre el dineral que le van a pagar al filósofo Marina por sus ocurrencias, porque una no espera que le suban el sueldo, sino que le bajen la ratio de alumnos por aula, que le pongan más profesores de apoyo y que le enseñen a los padres que los chicos tienen que llegar al instituto con la buena educación ya de casa. A Marina le invitaba yo a alguna de mis sesiones de pugilato verbal con quien no tiene ningún interés por lo que yo me esfuerzo en enseñarle y luego, que hable de si soy buena, mala o digna de incentivo. El cobra por una idea que nos ha sublevado a todos, y no precisamente porque seamos tremendamente corporativistas, que no. Y habida cuenta del poco éxito de su propuesta ¿Hay que abogar por pagarle menos? Ay, más me vale escribir sobre el persistente anticiclón que se ha ido para no ponerme de mal humor mientras acabo esta columna. Y es que algunas semanas se pone una estupenda.

Charo Alonso.

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez