Somos distintos, ¿somos iguales?

Ahora que ya ha pasado el 20 de abril y todas las redes se han llenado con tweets y comentarios sobre la mítica canción de Celtas Cortos, utilizo en el título una estrofa de otra canción del mismo grupo: "El emigrante", para denunciar la actitud y la falta de visión de los líderes europeos para afrontar el naufragio del pesquero con 700 personas a bordo en una travesía ilegal entre Libia e Italia en busca de un sueño.

La inmigración es un problema de primer orden para los países Europeos, fundamentalmente para los países del Sur, que son la puerta de entrada de este flujo de personas: Italia, España, Grecia y Chipre. A pesar de la relevancia del problema, la Unión Europea no ha empezado a trabajar decididamente sobre esta cuestión hasta que los países del Norte han empezado a sentir la presión social, política, económica y religiosa de la inmigración ilegal. También ha influido que los flujos migratorios ya no provienen solamente del eje Sur/Norte, ahora también lo hacen desde el Este entrando de forma directa en las economías más desarrolladas de la Unión.

Todo lo que rodea a la inmigración ilegal me produce un inmenso rechazo, desde las violaciones a los derechos fundamentales de las personas que se ejercen en determinadas situaciones por parte de los países receptores, a las mafias que asquerosamente trafican con seres humanos, sin olvidar las causas que provocan la necesidad de perseguir una vida distinta, imaginada como mejor, muy lejos del país de origen.

Es ahí, en las causas que conducen a una persona a marcharse de su país en las que deben incidir, prioritariamente, las políticas de la Unión Europea. Sin una estrategia común es imposible detener esa sangría inaceptable de ilegalidad.

La inestabilidad de los regímenes democráticos, donde los hay; los conflictos bélicos en muchos territorios; la falta de planificación económica o la ausencia de estrategias de desarrollo económico alejadas de la dependencia respecto a los países desarrollados, podrían ser, entre otras, las causas macro que condicionan el futuro incierto de muchas personas que las conduce a la necesidad de dejar su entorno en busca de lugares mejores en los que vivir.

Abandonar el entorno familiar, iniciar un viaje incierto atravesando territorios sometidos a guerras, dejar tu vida en manos de mafias a cambio de dinero y fracasar en el intento o encontrarse con una vida muy alejada del sueño que se pretendía forma parte de una realidad que no por conocerla deja de existir.

El año pasado han muerto en el Mediterráneo más de 2000 personas. Muchas vidas a cambio de nada. Los países de la Unión deberían poner freno a esto. La lucha contra la inmigración ilegal no solo debe afrontarse desde políticas internas hechas en función de la ideología del gobierno de turno sino que deben obedecer a estrategias políticas definidas por todos los países de la UE que ayuden al desarrollo democrático y económico de los países más necesitados, pero, muy importante, olvidándonos de ese sentimiento colonialista que aún mantienen algunos mandatarios europeos respecto a la relación con los países africanos.