La niebla sanadora

Harto de las noticias de los últimos días en los que el bombardeo apabullante de nuevas (o viejas, según se mire) sobre la dichosa independencia de Cataluña y saturado de oír los mismos y tediosos argumentos de las dos partes en conflicto además de convencido de que va a ser así durante semanas -o meses- hasta que el ejército intervenga cual máquina del "todo atado y bien atado", y dado que uno y otro, en el mejor de los casos, seguirían siendo estados en los que las diferencias no van a ir más allá de monarquía o república y los parecidos serán tan desdeñables como los de ahora mismo: diferencia de clases, sistemas políticos, económicos, educativos, sanitarios etc. casi idénticos entre sí o muy semejantes a los de ahora mismo?

Así que viendo que esto tiene mala cura, al menos la que yo necesito, decido salir de casa e irme a la capital a hacer unas fotos con el ánimo de sanar mi maltrecho amor propio con mi cámara y mi móvil en ristre. Me las piré el jueves pasado en busca de uno de los meteoros más influyentes en mi manera de fotografiar el entorno que me rodea: la niebla, esa cosa que lo envuelve todo, que lo tamiza y deja ver la parte más amable de lo que tenemos delante, que da profundidad y proporciona una belleza indescriptible además de una mezcla de serenidad fría y cálida a la vez con una sensación dulce y que te rodea como un abrigo de pieles casi invisible tan suave como inalcanzable transmitiendo una sensación placentera mientras dialogas con ella y con la envolvente luz que proporciona a medida que el día va avanzando.

Salí el jueves pasado antes del amanecer para buscar esa hora mágica que llaman de la luz azul, cuando la noche y la luz mortecina y cálida de las farolas dejan paso a los tonos fríos y azulados del alba. Mientras iba a Salamanca la espesa niebla casi no nos dejaba, a mi mujer -que es la conduce- y a mi, ver la carretera y recordé la primera vez que salí a hacer fotos con mi querido y amado maestro Pepe Núñez, fuimos a las minas de Golpejas y la niebla envolvía encinas y máquinas varadas entre terraplenes y arenales. Fue mi primer día de niebla y fotos. 42 años después sigo atraído, como una polilla, con la luz cambiante del amanecer en un día así. El momento cumbre me pilló en la Plaza Mayor mientras hacía unas panorámicas al ágora salmantina cuando era cruzada de lado a lado por peatones más o menos dormidos aún y con cierta prisa por llegar al lugar de trabajo o de estudios. Algunos camiones iniciaban el reparto iluminando a contra-luz a los viandantes, un ciclista me pidió que le hiciera una foto con su móvil y aproveché para hacerle otra con el mío cuando las farolas ya estaban apagadas. Después arreglamos el mundo mientras tomaba un café con unos amigos de la "Dipu", y seguidamente me fui en dirección a una de las calles más bellas de toda España: la calle Compañía y allí me deleité viendo venir a profesores y alumnos calle arriba en dirección a Universidades y colegios entre las altas, inertes y majestuosas paredes de los conventos y edificaciones que la configuran.

Después de pasar por el Patio de las Escuelas Menores y asistir a la pugna del sol por desenredarse de la niebla, me dirijo al río Tormes en el que acabo fotografiando los colores otoñales reflejados en sus aguas mientras el sol toma posiciones, ya en lo alto, cerca del mediodía, momento en el que regresé a la calle de mis sueños para terminar la jornada fotográfica con unas luces mucho más duras e intensas pero igual de interesantes.

Resultó una mañana sublime, y seguidamente me dispuse a compartir, con quien tuviera a bien, algunas de las tomas que había realizado con el móvil. No voy a negar que, tópicos aparte, me lo pasé en grande intentando buscar el lado escondido del paisaje urbano salmantino, no sabía si lo había conseguido, pero al cabo de unos minutos algunas fotos fueron capturadas por los internautas e inmediatamente empecé a recibir mensajes halagadores del trabajo realizado, alguna de ellas ha pasado en dos días de 2.500 "me gustas" siendo compartida por más de cuatrocientas personas. Si esto es un éxito, debiera sentirme satisfecho, no sé si lo estoy, no sé si los cientos de seguidores son tan críticos como yo conmigo mismo, ni siquiera sé si realmente lo soy, pero estoy seguro que la niebla se erigió, una vez más, en el hilo conductor y sanador de la apisonadora nacionalista de uno y otro lado que me estaba agujereando la sesera. Ahora, querido lector, no me queda más que dejarte con un resumen fotográfico de esa mañana que encontrarás aquí mismo un poquito más abajo de estas líneas, ya me dirás si mereció la pena.

P.D. cuando escribí este artículo aún no habían sucedido los atentados de París, pero esto es harina de otro costal aún más complejo, si cabe. De ello hablaré con la calma y el sosiego que merece un análisis reposado en otra ocasión ya que "no sólo es terrorista el que reluce como tal", ahí lo dejo.