Bombas y perifollos

Yo de mayor quiero ser cronista de sociedad. Nada de bombas que estallan en el aire, de candidatos republicanos que dan miedo y risa, nada de rusos amenazadores, de políticos con ansias independentistas ni presidentes del gobierno con cara de palo. Lo mío son las bodas, las comuniones y los funerales, por ese orden. Colas que arrastran sobre las riadas de agua, chisteras que cubren las cabezas vacías de los candidatos, flores que ocultan la podredumbre del sistema? que sí, que lo mío es glosar los zapatones y los tocados con los que nos han alegrado el finde mientras a nuestro alrededor se desconectan los que no saben de historia y sí de histerias y los candidatos dicen de vez en cuando cosas interesantes ¿Quién quiere finiquitar el senado? Le voto ahora mismo y abogo porque ese dineral que les pagamos a los señores senadores se vaya a las rentas bajas. Yo por asumir hasta asumo a un militar que olvida que hay que dejar de serlo antes de meterse en política. En este país tenemos mucha prisa, y no, que las maravillosas ceremonias de relumbrón hay que disfrutarlas, y el personal que salga a la calle con la sillita de enea y el botellín de cerveza a comprobar que Vicky Martín Berrocal es una curvilínea maravillosa y que a veces, llevar sombrero es un atrevimiento al alcance de pocas.

Ya ven, lo mío es glosar la parte buena de la vida, que la mala ya la tengo bien presente, por desgracia. Uno puede ser la mar de feliz bebiéndose una caña con el chico que siempre le ha gustado, pero leches, sin olvidar que ahí está la desgracia, al cabo de la calle, para recordarnos, a la manera de los latinos, que somos mortales, tanto que me aferro más a lo bueno y le digo a la niña bonita que disfrute de la vida? claro que lo que consigo es que me mire con cara de estupefacción, porque lo mío, últimamente, es recordarle que estudie y que se aplique. Ya ven, uno es profesor hasta en casa, y hablando de mi trabajo, me pregunto qué le han dado a Marina, filósofo excelso donde los haya, para meterse en el berenjenal donde se ha metido. Estoy más que harta de que de mi trabajo hable todo Dios, pero si encima nos ponemos a largar de incentivos económicos habida cuenta de que tengo el sueldo congelado desde hace decenios y de que me deben casi una extra de navidad, resulta todo un poco chistoso. Somos un colectivo mal pagado que nunca se queja de su pérdida de poder adquisitivo y sí de las dificultades que encontramos a la hora de hacer nuestro trabajo, por eso resulta doloroso que un hombre de esta calidad intelectual se ponga a hablar de dineuros cuando lo importante es conseguir que el personal no se deprima y llegue a casa con la cara entera, porque entre amenazas y situaciones en las que ya no sabes de qué color ponerte, tenemos suficiente. Marina y sus ocurrencias se pueden ir a tomar vientos solanos mientras nosotros nos las apañamos con este panorama que nadie resuelve y que menos, se resuelve con incentivos económicos. De todas formas, a quién le importa, yo, por lo pronto, a desear ser una cronista de sociales y punto, que hay mucho que reseñar de tanta hermosa puntilla y para puntilla, o puyazo, el del libro blanco para desazón de los que ya estamos más que hartos.

Charo Alonso

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez