Nos han vuelto a tomar por gilipollas

Hace solo un año la sociedad española estaba movilizada, exigiendo un cambio real en la política, en la administración, en los asuntos públicos, y demandando una participación real en la toma de decisiones de lo que es de todos, y no solo de unos cuantos. Para muchas personas, entre las que me incluyo, pareció revivir una ilusión que creíamos perdida y fueron multitudes las que se fueron sumando a la ola de cambio social.

Todos los partidos políticos, los de siempre y los que se han llamado "emergentes" aseguraron que habían desterrado los viejos hábitos, que iban a acabar con la corrupción y que todo iba a cambiar, la sociedad en su conjunto iba a ser la única protagonista de su futuro. Nos lo creímos, nos sentimos parte de la transformación y llegamos a pensar que, como dice la canción de Silvio Rodríguez, la era está pariendo un corazón.

La contundencia con la que se ha desvanecido la nube y nos hemos visto arrojados polvo de la dura realidad ha sido brutal. Solo un año después apenas queda nada de todo aquello y ni siquiera la próxima celebración de unas elecciones generales produce una sensación social de cambio. Solo en los tres días que han transcurrido de esta semana (es miércoles cuando escribo) nos encontramos en los medios de comunicación con noticias como estas:

-La propia Fiscalía anticorrupción reconoce en su informe que los magistrados que han sido designados para juzgar el "Caso Gürtel", tremenda trama de corrupción que llena de mierda al Partido Popular, están contaminados porque sus vinculaciones con el partido al que tienen que juzgar son escandalosas. A pesar de eso, ni ellos tienen la decencia de abstenerse, ni seguramente la sala que tiene que resolver procederá a su revocación, porque como pasa desde hace unos años sabemos de antemano las resoluciones de los órganos colegiados en función de las relaciones políticas de sus miembros. La independencia del poder judicial simplemente no existe, depende del poder político.

-El PSOE, que prometía verdadera democracia interna, impone a dedo candidaturas electorales y elimina de las listas a personas votadas por la militancia. Difícilmente podrán convencer a la gente de que cuentan con su participación cuando ni tan siquiera respetan lo decidido por su propia militancia.

-Los grupos políticos representados en las Cortes Regionales, como consecuencia de las presiones de Ciudadanos y Podemos, pactan una ampliación de la mesa de las Cortes, de tal manera que se crean nuevos puestos absolutamente innecesarios y se aumenta el número de asesores; el resultado, un aumento del coste de más de 300.000 euros anuales, a cargo de la ciudadanía.

-En el Ayuntamiento de Salamanca los grupos que predicaban austeridad y transparencia, Ciudadanos y Ganemos, fuerzan la interpretación del reglamento para contar con un asesor además del coordinador que les correspondía. Los grupos mayoritarios aprovechan para aumentar sus liberaciones, de tal manera que el Ayuntamiento se ha convertido en un auténtico festival de liberados, semiliberados, asesores, coordinadores, familiares y medio pensionistas, que nos va a suponer un aumento de varios cientos de miles anuales en su coste.

-Los líderes de Podemos, en su ciega prepotencia, se cargan cualquier posibilidad de que se generen candidaturas de unidad, con un trato inadmisible a otras fuerzas y personas que representan a una parte muy importante de la izquierda más luchadora. No es fácil explicar cómo en tan corto espacio de tiempo han podido pasar de ser el elemento agitador de una cultura asamblearia y participativa a convertirse en un partido de la casta, viejo, autoritario, agotado en solo unos meses y sin identidad ni propuestas.

-Los concejales del Ayuntamiento de Salamanca elegidos en las listas de Ganemos, que se presentaron asegurando que no iban a cobrar un duro por su actividad política y que iban a dedicar sus retribuciones a fomentar proyectos de economía social acaban de acordar (con la honrosa oposición de Virginia Carrera) que ya solo destinarán a estos proyectos a través de Ganemos el 10% de sus dietas y se quedarán el 90% restante. Vivir para ver.

Y la ciudadanía mirando todo este espectáculo con estupor y desánimo. Una vez más nos han vuelto a engañar, nos han aplicado el truco del trilero: cambiar todo para que nada cambie. Así nos luce el pelo.