El ciento

Un compañero, el otro día, comentaba, antes de entrar en un juicio, que estando con un pastor, ya mayor, hablaban de la vida y lo deprisa que corren los años según los vas cumpliendo. Y, el rabadán, le explicaba que cuando uno es joven ha recorrido un camino del x por ciento y, según se cumplen años, la x es mayor y se encuentra más cerca del ciento.

Qué cierto es el incremento de velocidad y que el incremento de la x te hace contemplar el abismo del ciento mucho más cercano, rápido, cruel y que comienzas a tener la sensación de que no te dará tiempo a cumplir los deberes que tú mismo te habías impuesto y/o la vida te ha marcado; pero, también sirve para observar si los errores cometidos lo fueron por confianza, amistad, pensando no hacer mal, bondad estúpidamente aplicada o por defecto de cálculo, fallo en la elección o, sencillamente, por exceso de maldad. También, sirve para observar quién estuvo a tu lado o quién, cual sanguijuela, se acercó a ti para buscar algo, obtener algo o utilizarte para algo. Quién intenta comprender tus errores y aplacar tu dolor y quién los usa para zaherirte, mofarse o causarte más daño.

Hay errores que cometiste, y de los que ahora eres responsable, que te harán alcanzar el ciento con la amargura de no haber hecho lo que debías. En mi caso, no fui capaz de defender, como debiera, a mi hijo, de no haber aniquilado a la bicha que le dañó, de no haber acabado con un nido de víboras por no hacer daño a otros niños y es, ahora, mi chaval el que no ha podido disfrutar de su vida como de otro modo podría haber conseguido.

Por ahí sigue la mala zorra escondida y disfrutando de sus actuaciones, dañando, perjudicando y doliendo a otros. Por ahí esta la guarida de boñigas destructoras creando un magma del que vivir a costa del llanto y crujir de dientes de unos padres que no tienen la visión correcta por el dolor que padecen.

Por ahí alcanza la gloria la rosa repleta de espinas que amparó la situación y aprovechó la misma para alcanzar las más altas carteras.

Cuando alcancemos el ciento, lloraré por no haber sido más duro, por no haber actuado como los cruzados en la lucha por mi hijo; pero, también, tendré la cabeza alta de no haber hecho mal a nadie, consciente, deliberada y calculadamente, e intentado, que a buen seguro no lo habré conseguido, ser buena gente.

Imagen: Sara Ponsarnal