Escandalosas discrepancias

La reina Letizia se ha hecho mayor, sí, sí, no hay nada que le dé a una mujer más veteranía que un collar de perlas gordas como pelotas de golf. Será por eso que yo las tengo medio buenas y pequeñitas, y solo para las orejas, que todo un collar ya me parece demasiada seriedad. A mí las perlas me han gustado de mayor, claro, pero no heredo ni las de mi tía abuela, tendré que comprármelas que, después de todo, es lo que deberíamos hacer las mujeres, en vez de esperar a que el hombre te regale lo que quieras o se trate de joyas de pasar. Y por pasar, los reyes nos dieron una buena lección el viernes acerca de lo que tiene que tragar uno cuando pasa por ser representante de este contubernio llamado España, porque claro que tienen derecho los antimonárquicos a preparar el pollo donde y como sea? pero eso de protestar por los Premios Príncipe ?perdón, princesa- de Asturias ya es mucha estupidez. Poner en el mapa inmenso del mundo a una ciudad provinciana y vetusta, hermosa y recoleta, no es poca cosa? hacer que una economista eminente como la señora Duplo diga cuatro cosas pero bien dichas, merece toda la parafernalia, como el año pasado cuando la activista africana a favor de las mujeres nos hizo llorar a todos. Solo por eso me trago a tanto importante mangante ahí sentado haciéndose el culto y el interesante, sí, pero claro, quien quiere la col quiere las hojitas de alrededor? a uno le puede parecer un tanto paradójico hablar de pobreza y llevar puesto un collar de perlas, comentar las acertadísimas palabras sabias de Lledó y el largo de los volantes del Valera de la reina? pero así son las cosas? una deliciosa mezcla de vítores y pitos, de globos republicanos y coches oficiales que caminan lentamente para que la gente vea el perfil de moneda del rey Felipe. A mí todavía me choca eso de rey Felipe, será porque tenemos casi la misma edad y le recuerdo niño aún, rubio y flaco como mis hermanos menores. Será porque le he visto en persona como príncipe y me sorprendió su cercanía y afabilidad. Como que eso de rey es un traje de grandes hombreras o que soy dura de molleja, probablemente esto último. Uno tiene memoria histórica e histérica y aún estoy dirigiendo los errores finales de su padre con gran tristeza porque este país un tanto errático utiliza la monarquía para tener una referencia, aunque sea un tanto frágil, porque en cuanto las cosas van mal, los españoles tenemos la mala costumbre de hacernos republicanos de la noche a la mañana. Debe ser cosa de los genes, esos que de repente cambian la historia y se vuelven independentistas a despecho de la Corona de Aragón. Por eso que viva la novela histórica y hala, a aprender que no todo es como nos lo cuentan, pero claro, para eso hay que tener cintura, y en este país, la única cintura de avispa es la de la reina Letizia, una asturiana breve y de barbilla y gesto adusto, una chica del norte con arrestos que sólo sonrió dulcemente cuando se le acercó Coppola. Yo del insigne director la contrataba, no lo duden ni un momento, se lo dice una monárquica felipista y que me caigan encima todos los improperios.

Charo Alonso.

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.