Que en pleno siglo XXI, en un país pretendidamente avanzado como el nuestro, tengamos que seguir soportando las imposiciones de las jerarquías eclesiásticas (convenientemente protegidas por una clase política en absoluto a la altura de su tiempo); que sigamos discutiendo si la educación religiosa ha de formar, o no, parte de la enseñanza pública; que sigan celebrándose actos oficiales con la inclusión e imposición de rituales religiosos, bendiciones, guisopos, cristos y cálices en representación de toda la ciudadanía; o que las previsiones económicas presupuestadas oficialmente sigan contemplando la financiación de la Iglesia Católica y se sigan protegiendo sus apropiaciones gratuitas, sus intromisiones en las instituciones o su presencia en órganos representativos oficiales, no puede deberse sino a una vagancia mental generalizada en la ciudadanía de la que todos somos responsables, a un desinterés escalofriante por nuestra propia dignidad que nos signa como estúpidos y, sobre todo, a una clase política ?clase política, no asociaciones de vividores de lo público- que se dice representativa, negligente en su labor, parcial en sus acciones, insensible en su torpeza e incapaz ante la realidad de un tiempo en el que las creencias religiosas, y sobre todo sus celebraciones externas y su influencia, deberían ya sólo ocupar el lugar de los hábitos particulares, las devociones personales o las manías individuales, sin presencia alguna en el desarrollo social de una comunidad que se dice libre, y mucho menos que sus jerifaltes, empleados, adláteres, ceremonias, desfiles y celebraciones sigan cargándose en el ya muy explotado debe de la ciudadanía.
Sin entrar en el análisis, siempre deprimente, de la indignante labor de paralización, obstaculización y retroceso que significa desde hace siglos la presencia de las creencias religiosas, sus voceros, sus anatemas y sus rituales, en cualquier avance social colectivo, en toda la labor científica de investigación, en la historia del pensamiento e incluso de la misma libertad, la insistencia de la clase política de este país en seguir protegiendo la presencia de la educación religiosa en las enseñanzas públicas y la consiguiente alimentación por parte del Estado de sus estructuras, jerarquías e instituciones, desautoriza de plano cualquier atisbo de modernidad, lógica, racionalidad o auténtica democracia que pudiera adivinarse en sus programas electorales, ya que introducir el aprendizaje de patrañas, mentiras y leyendas de nula fiabilidad, cuentos chinos, milagrería varia e idolatría multicolor en el núcleo de las primeras enseñanzas, que deberían ser el principio del camino hacia una educación que posibilitase la maduración sana de las personas, su sentido crítico libre, la libertad de pensamiento y la claridad de las ideas adquiridas sin coacción ni servidumbre alguna, convierte cualquier promesa electoral, cualquier programa, cualquier declaración de principios en charlatanería, en la pobre expresión de la impotencia para avanzar, en un electoralismo ruin, mezquino y barato, en la resignación cobarde, en el conformismo cómodo y en la más vergonzosa expresión de la nadería.
![[Img #459564]](https://imagenesnetytec.blob.core.windows.net/simg/imgf/2015/10/img_459564.png)
La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.
Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.
La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.
En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.