Los cuatrocientos bastones o ¿Se presentarán los independentistas a las generales?

A las elecciones del 20 de diciembre me refiero, claro. Porque yo creo que no les interesa. Ni Junts ni separats. No hay plebiscito sino escaños en juego así que ¿para qué tener representación en el Parlamento de Madrid si ya dominan el de Barcelona, bien que este sea autonómico (bien que sólo temporalmente). A tenor de las proclamas escuchadas en la pasada noche electoral catalana y de la imparable puesta en marcha, entre bastones de mando y ditirambos, de las nuevas hojas de ruta y demás sospecho que no tendría sentido para los partidos componentes de la lista del Junts pel sí presentarse a las elecciones generales. Una vez mostrado su deseo de romper con España y habida cuenta de lo bien que les ha venido contar en Madrit con un enemigo exterior fuerte y presuntamente amenazador para lograr atraer a sus votantes, en este momento lo que más les conviene es ignorar las decisiones que se puedan tomar en ese Parlamento nacional (algo que por lo demás hace tiempo que ya hacen) y mostrar desprecio por lo que allí se pueda cocer. Dejar que las instituciones estatales se nutran de diputados y senadores tanto de Ciudadanos como del PSOE. De malos catalanes, vamos. O, aún mejor, que se produzca una nueva mayoría absoluta del PP que les permita mantenerse en el paradigma de pueblo unido sojuzgado por enemigo exterior españolista. No me imagino una agotadora campaña de Artur Mas pateándose con discursos catalanistas los pueblos de la Cataluña profunda o els Nou barris para buscar un fuerte grupo parlamentario en Madrid que luego tenga que votar resoluciones contra sí mismo. Y aunque el aburrimiento me hace desquerer de los minutos que las televisiones dedican a la promoción de los partidos ardo en deseos de comprobar si Oriol Junqueras se hace un hueco en la parrilla o si se lo toma con desgana. Eso sí, independientemente de estrategias políticas de salón, poder librarse de las apariciones televisivas del tonante Tardá (una reliquia ya en el Congreso) soltando exabruptos hace que hasta la mayoría absoluta del PP valga la pena. Además, y la paradoja es fascinante, la Catalunya autoproclamada independiente necesitará, sí, que España no la reconozca como nuevo estado, porque así a los ojos de Europa seguirán siendo españoles y, por ende, europeos.

No se preocupen que, aunque no se presenten Convergencia ni la Esquerra partidos políticos habrá de sobra. Por ejemplo el que cobija a un tal Alsina, antiguo militante de Fuerza Nueva que en su lengua propia profiere en las entrevistas televisivas extremismos de derecha. Parece ser que la identidad catalana advenida por nacimiento no te libra de poder llegar a concebir ideas fascistas. Qué cosas. Quizá los que fusilaron a Companys, el homo mártir antecesor de Mas y del que tanto se habla ahora, apretaron el gatillo en catalán. Para librarnos de purezas de sangre y lengua y de pelotones de fusilamiento es para lo que luchamos por la democracia, por la ciudadanía.

En fin, lo más interesante ahora es imaginarse, ya que el voto es secreto, si no se dará la consigna, entre los independentistas, de votar al PP, para hacerlo así más fuerte, más abusón. De hecho yo mismo, que estoy a favor de la independencia de Catalunya pero no del derecho a decidir por partes (¡uy!, al revés que el líder de Podemos, me doy cuenta ahora) estoy pensando en votar a los populares para fortalecer su mayoría y alejar al país de asimetrías federales y desigualdades entre ciudadanos. Me lo tengo que hacer mirar, como decimos allí.