Bares, qué lugares

Cuando yo era jovencita, el bar era el lugar de encuentro cálido, hospitalario, apestoso a tabaco y donde caían una buena cantidad de cafés y otra de cañitas, eso sí, muy espaciadas, porque lo que es dinero, había bien poco. Pero el bar era este lugar maravilloso donde juntarte con el chico que te gustaba y hasta ilusionarte con la idea de que de una buena vez cayera en la cuenta de que eras la mujer de su vida. En fin, que se trataba de lugares de promisión y esperanzas de futuro? como ahora, claro que ni Rivera ni Iglesias acaban en un bar para ligar entre ellos (a Iglesias le ha bastado con darle calabazas a Garzón-IU) sino para buscar votos y convencernos de que son una buena solución en tiempos de crisis. Vaya, y yo que pensaba que los debates políticos eran de plató de atrezzo?

No sé si es cosa del marketing o de la farándula televisiva que quiere ser más original que nadie. O si se trata de reivindicar nuestro españolísimo paseo por la barra comiendo pinchos y trasegando cervecita o vino. A todos nos ha tocado ser niños y aguantar el ir de bares con los papás y, aunque no me gusta en exceso, me veo la noche del sábado arrastrando a la niña bonita por la lluviosa calle para buscar el abrigo del bar y el pinchito que será nuestra cena inusual? claro que la criatura ya no tiene como nosotros hermanos con los cuales liarse a galletas mientras los adultos están a lo suyo, por eso, mísera de mí, le largo la nintendo que llevo en el bolso y así la tengo entretenida mientras se come el pan de toda la mesa. Esto es España, señores, y mientras hablamos de lo divino, y sobre todo, de lo humano en tiempos de elecciones, la niña disfruta de la falta de tiranía horaria y aprovecha para darle al jueguecito. A esta la política solo le interesa cuando está desayunando y escuchando Radio Nacional de España, porque mi hija ha echado los dientes bien cerquita de la radio mientras su madre conversa con el locutor una vez que se ha metido para el cuerpo la cafetera entera. Sí, señores, soy adicta al café y a España a las seis, a las siete, a las ocho y ya, que me voy a trabajar. Eso, a trabajar y no a hacer tertulias políticas en los bares. El nuevo plató del personal es así de novedoso y qué quieren que les diga, que prefiero a los locales de Salamanca que les da por el jazz y nos preparan unos conciertos que te mueres, o unas jam sessions a las que tengo la esperanza de ir cuando la criatura sea mayorcita.

Y es que yo últimamente pienso en bares y aparte de hacérseme la boca agua, porque soy salmantina y española de pincho y barra, lo que espero es que estos lugares fantásticos que acogen a músicos espectaculares y artistas de todo tipo sigan haciéndolo. Con generosidad, con valentía, con ganas? dándole a la noche otro aire que no sea precisamente la grosería chabacana e imperdonable de las despedidas de soltero. Qué sí, que la noche la hacemos entre todos y tenemos lo que nos merecemos, sí, hasta políticos que dentro de poco nos bailan alrededor de la barra. Claro que yo, señores míos, me merezco música y el calor de los que me rodean en este bar donde siempre se siente uno como en casa. Y que se vayan los políticos a hozar a otro abrevadero, carajo.

Charo Alonso.

Fotografía: Fernando Sánchez.