Nacionalismos aparte

Las celebraciones como la Fiesta Nacional Española, la Diada, el Aberri Eguna, el día de Castilla y León, el día de la Virgen de la Vega, y hasta incluso la fiesta de afirmación de los vecinos de mi portal, si cabe, o cualquiera otra que busque la afirmación de la identidad diferenciadora son, en mi modesta opinión, la afirmación de lo contrario. Su incesantemente y cansina búsqueda no hace otra cosa que reconocer que dicha identidad -personal y colectiva- hace tiempo que se perdió (si es que se tuvo alguna vez), y que pertenece a los que se la estamos regalando desde hace tiempo a cambio de casi nada o casi todo y se la regalaremos aún más con el TTIP, a pesar de la promesa, con miedo incluido, de cientos de miles de puestos de trabajo.

Todo el revuelo que existe con los nacionalismos, propios y extraños, si no fuera porque los resultados de los conflictos patrios habidos a lo largo de toda la historia de la humanidad y los derivados de ellos, han sido, no ya sangrientos, sino genocidas y por tanto muy serios, el revuelo, digo, sería cómico. No sé si hay que tomárselo a risa, pero dan ganas de que así sea. Los espectáculos que nos han brindado en menos de una semana el nacionalismo español el 12 de octubre con su prepotencia y su falta de sensibilidad hacia las consecuencias que ha provocado -y que sigue provocando- a lo largo de siglos y la más que lamentable contestación del nacionalismo catalán bastones en alto, son de una escasez de miras difícil de igualar, al igual que lo es el desafío entre ambos. Si viviésemos en una normalidad de justicia y libertad, ambas demostraciones serían cómicas, pero no hay más que mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta que la comicidad nos puede salir muy cara, las posturas se están enconando de tal manera que si no se cambia el rumbo de las cosas nos podemos meter en una espiral que termine tragando cualquier atisbo de cordura. Diríase que el momento no puede ser mas zafio, a pesar la impresentable coincidencia de la comparecencia de Artur Mas con el día en el se conmemoraba el fusilamiento del que fue presidente de la Generalitat Lluís Companys a manos franquistas, a no ser que las dos partes estén de acuerdo -por fin algo positivo- en poner el conflicto como cortina de humo para que no se vean ni las carencias ni los asuntos relacionados con la corrupción de los gobiernos español y catalán, y no me refiero a saltarse la ley con refrendos más o menos legales, lo más importante es que ambos (todos) nacionalismos, además de la identidad, lo que buscan es que la diferencia que existe entre los seres humanos sea cada día más grande y a fe que lo están consiguiendo: la cada día mayor diferencia de clases, el aumento del número de seres humanos que viven y trabajan como esclavos para las multinacionales, estén de acuerdo con el TTIP o no, la riqueza excesiva que cada día se acumula en menos manos, la ayuda que recibe este concepto por parte la fe, las migraciones, las guerras sustentadas por intereses espurios y un sin fin de conceptos que hacen que los enredos entre nacionalistas sean eso: una inmensa cortina de humo que no nos deja ver la imperiosa necesidad de poner sobre la mesa un profundísimo cambio de relaciones político-sociales unidas a un respeto absoluto por el equilibrio ecológico del planeta que ni entiende ni sabe de fronteras.

No estaremos ante un momento decisivo si detrás de estos conflictos no subyace un verdadero deseo, no ya de igualdad de todos lo seres humanos, sino de una contundente respuesta al propio sistema que sustenta y alienta esas diferencias y al que contribuyen de una manera criminal y muy decisivamente casi todos los "medios nacionales de incomunicación" para mayor gloria de las empresas que los respaldan, con alguna honrosa y pequeñísima excepción a los que la inmensa mayoría de habitantes de este país no hacemos ni caso, eso sí, dejamos que el partido en el poder utilice la cámara de diputados del Parlamento para hacer propaganda electoral partidista con un video infumable que espero, en un guiño a la contradicción, acabe en gran parte con el predominio dictatorial que ejerce al querer condicionar de esta manera la opinión sobre "su" patria, "su" nación, "su" territorio, "su" estado, "su" España, signo inequívoco de debilidad y de que pocas cosas han cambiado profundamente desde la dictadura.