Competitividad

Hace unos días el Worl Economic Forum publicaba el informe de Competitividad Global 2015-2016 en el que aparecía la lista de los países del mundo según su nivel de competitividad. El informe para España no es demasiado alentador, puesto que, aunque había subido dos puestos (del 35 al 33, de 140 países), empeora su posición en el capítulo que mide la calidad de las instituciones, las infraestructuras, el entorno macroeconómico, la sanidad y la educación primaria. En el entorno macroeconómico, por ejemplo, nos situamos en el puesto 116 (demasiado abajo) debido a los grandes desequilibrios que existen en deuda publica y endeudamiento exterior, entre otros guarismos más negativos.

En la relación de los 10 primeros, los países que más han crecido han sido Holanda (puesto 5), Alemania (puesto 4) y Suecia (puesto 9). En el caso de Suecia llama poderosamente la atención que uno de los motivos de su crecimiento ha sido la reducción de la jornada laboral de las empresas, manteniendo el mismo salario a los trabajadores. Se puede comprobar que grandes empresas como la factoría de Toyota en Göteborg redujeron la jornada laboral de 8 a 6 horas hace 13 años y desde entonces la empresa es más competitiva, hay menos reclamaciones de los clientes, se han creado dos turnos de trabajo cuando antes había sólo 1, hay menos bajas laborales, se han reducido los costes de capital y los beneficios han crecido un 25 %. En una entrevista realizada por el rotativo británico The Guardian la directora de una empresa start-up (empresas emergentes apoyadas en la tecnología) de 22 empleados, manifiesta que "los trabajadores son nuestro recurso más valioso". Lógicamente, con ese trato dispensado y con la interiorización de los valores de igualdad, justicia social y solidaridad que tiene la población nórdica, es normal que el país sea más competitivo y que los trabajadores sean más felices en su actividad laboral.

En España, como sabemos, el camino emprendido por el actual Gobierno para mejorar la competitividad en las relaciones laborales ha sido diametralmente diferente, cuando rozamos el 25% de desempleo, siendo el juvenil cercano al 50%. El Gobierno impulsó una legislación laboral basura y regresiva para los derechos de los trabajadores, los salarios se han reducido considerablemente, el trato de empresarios a trabajadores se acerca más, en muchos casos, al acoso laboral que a considerarlos como "el recurso más valioso". La inmensa mayoría de los contratos son temporales, de meses, semanas e incluso de horas. En este marco, es normal que los trabajadores caigan en depresiones profundas y no estén motivados para iniciar la jornada laboral porque saben que en poco tiempo volverán a estar en las listas del paro.

Por otro lado, en el ámbito de la Administración, los funcionarios públicos no sólo han seguido teniendo congelados sus salarios (ya lo estaban en el último Gobierno de Zapatero), sino que les quitaron la paga extraordinaria de diciembre de 2012 (aunque al final acaben abonándola 3 años después), les redujeron los días de vacaciones y de asuntos propios y les penalizaron duramente con las bajas laborales reduciéndoles la parte proporcional de su salario en caso de enfermedad. Se han dado casos de funcionarios que han acudido a trabajar con gripe, fiebre y otras enfermedades, con el consiguiente riesgo no solo para su salud, sino para la del resto de los trabajadores. Ahora, cuando se aproxima la campaña electoral, el Gobierno quiere reintegrar a los funcionarios la paga extra retenida en su día y los días de vacaciones y lo quieren hacer como un gesto graciable y generoso, cuando esas condiciones laborales formaban parte de los derechos que les corresponden como trabajadores al servicio de la Administración Pública. Aunque así sea, los funcionarios no van a recuperar nunca (salvo que sea por sentencia judicial) los días perdidos de sus vacaciones y asuntos propios de estos tres años (desde 2012 hasta 2014 incluido).

No es entendible, por tanto, que ante un escenario como el actual la ministra del ramo, la señora Báñez diga que "este Gobierno ha rescatado a las personas, a empresarios y trabajadores". En fin, ¡qué le vamos a hacer! Esta es la diferencia entre los gobernantes suecos y los españoles.