Miedo a Morenés

De todos los políticos radicales que forman el Gobierno de España es Pedro Morenés el centro de mi insomnio. Ataviado con la frialdad y la distancia de quien se sabe impune, no deja de sorprenderme que tanta oscuridad esté al frente de un Ministerio.

Destapaba El Confidencial esta semana cómo el Ministerio de Defensa ha ocultado compras por valor de 30 millones de euros a una empresa, Instalaza, relacionada con Morenés. A veces me pregunto cómo permite mi país tener a un mercader profesional de armas al frente de un Ministerio encargado de velar por la paz. Según datos del Centro Delás, España debe 34.000 millones de euros en armas que deben ser recibidas y pagadas los próximos años. De igual manera, mientras la dotación para la lucha contra la violencia machista supone tan sólo el 0,01% del total de los Presupuestos Generales del 2016, el gasto militar, escondido en diferentes ministerios, es un 421,53% mayor de lo que se publicita.

Que el señor Morenés vendiera bombas de racimo al señor Gadafi; que, casualidades de la vida, cuando la dignidad ciudadana obligó a nuestro país a firmar el Tratado de Dublín para la prohibición de las bombas de racimo, fuese el mismo Morenés el que pagase 40 millones de euros a su antigua empresa para "resarcir sus pérdidas" por dicha prohibición?

Que tengamos que soportar sus amenazas bélicas a Cataluña, que se atreva a decir ¡precisamente él! que África y el Mediterráneo son una prioridad estratégica para la política de defensa de nuestro país cuando sabemos que es África el continente prioritario de las exportaciones de las empresas de armamento españolas. Que desde su mirada de piedra sea capaz de afirmar que su ministerio tiene los brazos abiertos a los refugiados sirios cuando sabemos que a día de hoy en la guerra de Siria se siguen utilizando bombas de racimo con las que él hizo fortuna.

El señor Morenés me quita el sueño. Necesito que encontremos junt@s la forma de desenmascararlo, la forma de enfrentarle a las consecuencias reales de sus actos. Al derroche en gasto militar mientras se cierran hospitales. Al respeto ceremonioso que le prodigamos, a sabiendas de que nuestro silencio nos hace cómplices, de tener por ministro a un mercader de armamento que volvió en lucro la sangre.