Mis sobrinos soberanistas

Mi hermana, charra de pro, nos hizo el regalo envenenado de irse a vivir al Ampurdán, enamorada de la luz de la obra de Dalí y de la orografía del Cap de Creus. Envenenado, digo, porque está lejos de cojones, y me perdonan la impertinencia. Una ha ido en avión, en coche, en tren cama, en tren burra y ahora, hasta en AVE. Todo sea por los sobrinos estos medio catalanes que a quien, cuando han tenido edad para desprenderse de las faldas de su madre, he arrastrado a Salamanca para uso y disfrute de los abuelos. Pues no se lo pierdan, semejante arreglo familiar me ha dado otra perspectiva del asunto catalanista, y hablo con propiedad cuando digo que han creado una sociedad envenenada que día tras día, y sin que haya elecciones de por medio, se crece en el despropósito. Y sí, hablo desde el conocimiento de causa, porque año tras año compruebo cómo la deriva soberanista, esa especie de odio a todo lo español y ese sentimiento absurdo de que la independencia lo va a solucionar todo como si asistiéramos al sagrado advenimiento, impregna la vida cotidiana de todos cuantos viven y visitan Cataluña.

La cosa no pasa de ser una mera anécdota de tierno infante cuando el sobrino soberanista llega en bus a Salamanca y se admira de que el río Ter llegue hasta "el país de los abuelos". Bueno, tiene su gracia, igual que la tiene el hecho de que el nene añore a papá, a mamá, al hermano ?menos- y a la lengua de su país. Y me van a perdonar, pero esto último me llegó al alma, sobre todo cuando la criatura se defendió de su abusadora prima diciéndole que el leía más rápido y mejor en catalán y que dejara de criticarle porque tardara tanto en acabarse un Manolito Gafotas. Ya ven, en mi casa la cosa va de libros y no de balonazos? y a propósito, el pobre niño me pregunta, muy compungido qué pasará cuando la selección catalana juegue contra la española ¿Dónde lo hará Iniesta? Porque Iniesta resulta que no es catalán.

Mi hermana habla catalán como Pla. Es una payesa de pro que se muere de risa porque su hijo menor hace una mescolanza catalán-español que debería ser considerada el esperanto de la política común post electoral. A mi sobrino Pablo no le sirve el empeño institucional de hacer que hable catalán en el cole por decreto. El mezcla las palabras y se queda tan fresco, después de todo, y a diferencia de su hermano mayor, lo suyo es la acción y no la palabra. Este no negocia o toma decisiones unilaterales, destroza. Su lista de travesuras le colocan más allá de la independencia, el es el territorio propio de su libre albedrío. No se cuestiona si gana o pierde, él insiste hasta que consigue lo que quiere por puro agotamiento. Este ganará la independencia a lo bestia, su hermano, si acaso, se rendirá en inacabables divagaciones. Ambos no saben, angelitos míos, en qué avispero se están metiendo. Y mientras, la buena de su tía preguntándose si este verano tendrá que ir a verles con el pasaporte en la boca. Menudo despropósito todo esto. Todos hemos perdido. Todos.

Charo Alonso

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez