El sortilegio de una imagen

Iba yo por una calle muy calleada de Salamanca.

A pesar de la concurrencia, era aún el silencio el alpiste de los pasos,y ,en estas, que recibí un mensaje, vía uretra, de mi vejiga.Y cuando de mear se trata, ya sabéis, no hay "puesta en espera" que valga.

Después del alivio, y sobre el humo conciliador del café, oteé el horizonte buscando la grafía hispana de la prensa, esa que (me dicen) como el lobo, está en vías de extinción por los disparos, a veces, furtivos de lo aéreo y digital.

Nada que hacer tuve yo en esta ocasión, pues los periódicos nacionales estaban copados por trajeados que serían de la caja de ahorros, y los locales, por gentes que ni de aquí ni de allá.

Pero mira tú por dónde, al fondo, en una mesa liberada, entre restos de chocolate y churros, estaba el diario LA RAZÓN.

Y allá me fui, como un Rodríguez de la Fuente, a ver que decía uno de los últimos predadores de nuestra atención matutina. En su portada una sola foto; una sola presa mundana: la del niño de siete años, Zaid, que quiere ser galáctico. Luego tiempo hubo de repasar a la carrera los demás diarios, como todos los días en los que procuro sus letras e imágenes de celulosa.

Sí, a veces la vida te ahoga, te da zancadillas, pero no eres nada si no sales en la foto. Y, mira por donde, me dice ahora mi chica, el fútbol sirve de vez en cuando para algo. Así es la prensa, ésta la magia de la noticia noticiada, así es también a veces la caprichosa vida: un día en la arena, y otro en en palco del Bernabeu.

El añorado Lorenzo Milá, aquel que nos daba tan bien dado los partes en la dos de televisión, y que ahora es corresponsal por los allá de tantos naufragios, nos cuenta que cada día mueren en el mar unos 10, unos 20, unos 30...