La boda

Una historia con mucho morbo para algunos. Una historia con mucha carga política para otros. Una evidencia de la contradicción en política. Me refiero a la boda que contraerá el que fuera alcalde de Vitoria y ahora alto cargo a nivel nacional en el PP, Javier Maroto, porque Maroto se va a casar con otro hombre.

La cosa, en sí, no debería tener mayor importancia: el matrimonio homosexual está reconocido en nuestra legislación y el político del PP está en su perfecto derecho a casarse. Vamos, una anécdota anodina si se la mira así. Pero si al mismo tiempo nos percatamos de que la ley del matrimonio homosexual fue recurrida por el PP ante el Tribunal Constitucional y aún está pendiente la sentencia (por cierto, qué vagos son los magistrados de este Tribunal político, cuánto tiempo tardan en elaborar sus sentencias, por ejemplo, la relativa a la ley sobre el aborto, ¿o es que en vez de vagos son aves políticas que esperan al momento más conveniente para sentenciar?, pero si esto es así ¿qué es la justicia constitucional?), la cosa tampoco debería escandalizar: simplemente constataríamos que en el PP como en otros partidos hay homosexuales en sus órganos de dirección y que se casan, como otros homosexuales menos conocidos.

La cosa, el morbo, viene de otro lado: a la boda asistirá Mariano Rajoy, el presidente del PP y en última instancia responsable del recurso ante el Constitucional. ¿Con ello no está implícitamente reconociendo la legitimidad del matrimonio homosexual?, porque si no lo cree legítimo se presume que su conciencia le impediría acudir a la celebración, ¿y si es así no debería retirar el PP su recurso contra la susodicha ley del matrimonio homosexual?

Contradicciones. La política está plagada de ellas. ¿Se acuerdan de la campaña electoral en la que Rajoy presentó como brillante reclamo la reducción del IRPF?, sin embargo, hizo lo contrario, lo subió. Contradicciones. Pelillos a la mar. Tenemos derecho a contradecirnos, dicen algunos políticos sotto voce, porque en público se esgrimen otros motivos.

Los hechos son contumaces. ¿Por qué no reconocerlo, entonces? Y el matrimonio homosexual es ya definitivo, todos lo sabemos, primero los del PP, pero cuesta enmendar, dar el brazo a torcer, reconocer que se equivocaron. O se argumentará que, aunque esté en desacuerdo, el presidente es humano y acompaña a su amigo en el momento más importante de la vida. Se trataría de una cuestión de sentimientos, las leyes irían por otro lado.

Contradicciones. Es la democracia que nos ha tocado padecer.

Marta FERREIRA