Entre un mar de lodo y piedra

Al final de la Guerra Civil más de medio millón de españoles (republicanos) salieron hacia el exilio por Francia. Sabían que eso era mejor que la ejecución al amanecer en las tapias de los cementerios o sufrir las mayores penalidades en las cárceles de la dictadura, pero lo que muchos no podían imaginar es que ese país de la libertad, la igualdad y la fraternidad, iba a ser invadido por los nazis y entre el Mariscal Petain, Hitler, Serrano Súñer y Franco condenarían a muchos de estos refugiados españoles al exterminio en los campos de concentración de Mauthausen, Buchenwald o Dachau.

La triste imagen del niño sirio ahogado en las costas de Turquía nos ha hecho recordar una de las páginas más negras de la historia de España, aunque, gracias al impacto mediático que esa foto produjo, los países de la Unión Europea se han comprometido a acoger a miles de personas que cruzan el Mediterráneo en busca de un mundo más solidario, justo, tolerante y libre. Un gesto que honra a los diferentes gobiernos y sociedades europeas, que difícilmente pueden compararse a las declaraciones hechas por el ministro del interior español, que calificó el reparto de refugiados entre los distintos países como "la fuga de goteras en una casa". Palabras desafortunadas, sin lugar a dudas, pero que esconden un iceberg de incomprensión existente en el seno del gobierno español, por mucho que hayan aceptado acoger a algunos miles de personas refugiadas procedentes de Siria y de países del norte de África, de los que huyen en busca de paz, trabajo y pan.

Pero a la Europa que quieren llegar no está demasiado boyante, ya que se ha incrementado el número de pobres en los últimos años, sobre todo en España, que cuenta con 3 millones de personas en una situación de privación material severa, siendo el cuarto país más desigual de la Unión Europea. Según los responsables de Oxfam Intermon, España es uno de los países donde más han aumentado las desigualdades en los últimos años porque el sistema tributario es poco justo e insolidario; así, el 90 % de la recaudación del Estado es a través de impuestos directos e indirectos, mientras que las grandes empresas sólo contribuyen con el 2% del total.

Empero, la propaganda oficial gubernamental en España nos dice todo lo contrario, que la 'marca España' está cada día más cotizada y que crecemos a velocidad de crucero, a pesar de contar con una tasa de paro del 23 %, -que asciende hasta casi el 50 % entre los menores de 25 años-, o de que uno de cada tres niños en España viva por debajo del umbral de la pobreza. En el mismo telediario que se ensalzaba a la 'marca España', se decía posteriormente que un indigente mató a otro en Palma de Mallorca, tras pelearse por un sitio para dormir. Al parecer no es nuevo, ya que en esa misma ciudad ha habido tres casos semejantes de agresiones mortales entre indigentes en el último año. Días más tarde, los informativos nos ofrecían otra catástrofe cuyas víctimas, una vez más, seguían siendo las personas más vulnerables: 3 lituanos perdían la vida en una riada producida en la rambla de Albuñol (Granada), donde convivían en un colector en condiciones infrahumanas.

Y, como no, ante el decimoquinto aniversario de la creación del centro del cáncer de Salamanca, su director Eugenio Santos y algunos de sus investigadores principales han demandado más ayudas económicas públicas tanto a la Junta de Castilla y León como al Ayuntamiento de Salamanca, porque las subvenciones han caído en los últimos años debido a la crisis y han provocado que varios grupos de investigación hayan tenido que emigrar. Como bien afirman estos investigadores, no se puede competir en condiciones de igualdad con otros centros si la financiación no es la adecuada.

Esto también es la 'marca España', un país que, a pesar de que su PIB haya crecido, la brecha de la desigualdad entre ricos y pobres es cada día más profunda y muchos de sus habitantes siguen viviendo, por desgracia, entre un inmenso mar de lodo y piedra.