Rayos y truenos

Verán, mis dilectos lectores míos, no tengo ninguna gana de volver al trabajo. Ya sé que no soy nada original a este respecto, pero si les digo que soy profesora de secundaria, a lo peor me entienden y todo. Vayamos por partes, además de tener que sufrir dentro de nada un nivel de decibelios por encima de lo permitido en cualquier espacio civilizado del mundo, resulta que trabajo en un campo en el que de todo tiene la culpa el ministro del ramo, y créanme, es de lo más aburrido. Hasta la prima de riesgo ?griega- dijo anoche con su segura voz de casi diez años, que la reforma de Wert es un desastre porque aún no tiene forrados sus libros del cole. Pero qué bien hizo el señor José Ignacio largándose al retiro dorado con la prójima, porque aquí, el día que se nos rompe la punta del lápiz le echamos la culpa al ministro Wert si recordar que nos lo han sustituido por otro que sabe poco de educación pero estudia por las noches. En fin, que acaba el verano y también es culpa de Wert, la reforma y su aplicación va a tardar en concretarse desde el punto de vista organizativo y eso, en cierto modo es culpa de Wert, los niños cada día están más desmotivados y hartos de un sistema obsoleto y eso? eso no es culpa de nadie, lo mismo que no podemos achacarle a mi dilecto exministro la tremenda falta de ganas que adolecemos los docentes cuando pensamos en la tarea que se nos viene encima. Que sí, que me quejo de vicio ?que no de fornicio- que tenemos un montón de vacaciones y algunos, hasta trabajo fijo, sí, pero qué decirles de las tribulaciones de un docente cuando piensa en septiembre, y tiene ganas de envolverse en papel de forrar libros para evitar el contacto con una realidad cada día más compleja.

Esos adictos a la pantalla que tienen los dedos comidos de tanto teclear mensajes y con lo que voy encontrando cada vez más por la calle, son por desgracia, el banco de pruebas de lo mal que funciona la cultura del consenso en este país. Van a sufrir una reforma atrofiada de un sistema que funciona mal sin necesidad de retoques y todo en clases abarrotadas o escuelas rurales que se cierran por falta de alumnos. Sí, aquí los clientes de la enseñanza están a años luz de lo que les ofrecemos, y claro, así nos va, somos el eslabón de la cadena que tiene que transmitir un sistema en el que no creemos, y claro, así resultan las cosas. Menos mal que, como somos todos de un vocacional increíble y amamos nuestra materia sobre todas las cosas, lo solventamos con o sin ganas y al final, resulta que hasta algo enseñamos? y es que no sé si se trata de una leve depresión porque estas tormentas anuncian el final del verano o que ahora ya no le podremos echar la culpa de todo lo que hacemos mal al ministro del ramo, aquel que se crecía como un toro y nos regalaba titulares como carnaza. Ay qué Wert? quién le iba a decir que le echaríamos de menos?

Charo Alonso.

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez