El pobre de mí en Macotera

El pobre de mí de las fiestas de san Roque se cantó cuando el grupo Raíces y sones, de Raúl Díaz de Dios emitió la última nota de su repertorio. La noche era una delicia de buena temperatura, de esas que no exigen rebeca, y que, al personal, le gusta disfrutar. La plaza a rebosar escuchaba, entre conversación y conversación, la fusión instrumental de los muchachos disfrazados de negro, que Raúl ha formado y bautizado con el nombre de 'Fuelle del charro'.

Pero el día 18, despertó, al amanecer, con el tercer y último encierro del programa. Las pandas de mozos y mozas subían la calle arriba del encierro con desgana; y el cansancio, acumulado durante unas noches largas de trasiego y mezclas, se apoderó de sus ojos de mirada perdida, de caras ajadas y de piernas temblorosas y enflaquecidas, que no daban más de sí. Un rato libre para tomar algo, ya que, a las once, nos citaba el encierro a caballo por el campo.

Ha sido muy rápido, casi no ha dado tregua al comentario. Para mí, el mejor encierro desde que se recuperó en 2001. Los caballistas, con su buen hacer, han escoltado y orientado la carrera de los mansos y bravos hasta su encierro en la plaza de toros, con oficio. Sólo un novillo se desmadró y actuó a su libre albedrío.

Se dio una vuelta por el pueblo, se acercó al supermercado a comprar una barra de pan para el desayuno y encontró la puerta cerrada; y al olor de los churros de Paquito, se bajó a la plaza de La Leña, pero en ese momento, Paquito desmontaba el instalache para marchar a las fiestas de Peñaranda; en vista de que el pueblo cerraba sus puertas, molesto, retornó a la era y organizó carreras emocionantes en pos de los caballos y de los de a pie, destapando miedos que se disimulaban subiéndose a los capós de los coches o en montones de piedra o en cualquier guarida que se encontraba. Buen juego dio el mozo.

Y, por no alargar demasiado el espectáculo, lo hubo que dormir, y, en brazos de una todo terreno, se le condujo al corralillo de la plaza, donde, seguramente, después de este tiempo, estará, en disposición de iniciar la juerga de nuevo.

A las 6:30 horas, tenía reservado su sitio la corrida de rejones. En el cartel, figuraban Álvaro Montes y Miguel Moura, pero, a última hora, Miguel fue sustituido por Raúl Jiménez; Sin discusión, la mejor entrada de todos los festejos taurinos. El aficionado macoterano disfruta con las filigranas y sintonía que urden caballo y jinete. Álvaro y Raúl lo bordaron: su rejoneo fue muy vistoso y con su gracia y guiños se metieron al respetable en el bolsillo.

Colocaron al estribo, como los grandes, las banderillas largas y cortas al violín, y consiguieron también el lucimiento de sus caballos con sus quiebros, saltos, carreras y toreo con temple y limpieza, en que el toro se afanaba, inútilmente, por hacerse con la cola del montado.

Hubo orejas y la labor de los rejoneadores mereció todos los trofeos, pero el rejón de muerte no tuvo el suficiente tino para hundirse en el morrillo del novillo, lo que deslució su excelente labor con las banderillas.

Y como decimos más arriba, el pobre de mi lo dio la última nota de Raúl Díaz de Arriba-

Me he levantado, como de costumbre, para dar mi paseo mañanero. No me he encontrado un alma por el sendero de loslobos ni un pájaro ni un perro a hacer aguas mayores y menores. Nadia. Sólo con la naturalidad de las cosas de la naturaleza: ellas no saben de fiestas ni de trasnoches. Para ellas, todo sigue igual, con una excepción, con la resaca de estos días, también ha tocado al sol, que, asimismo, le ha costado levantarse; pero el deber es el deber: alumbra bien y calienta de lo lindo. La vida sigue.