Verano caprichoso

Con estos calores veraniegos, con cuñas invernizas repentinas, los cuerpos y los ánimos se destemplan, y si no salen de la áspera Helmantica, sólo apetecen la indolencia y los sesteos. Si además te visita una importuna bacteria de cuerpo helicoidal, toda tu te vuelcas en una guerra imposible. Así va transcurriendo un verano que apareció tardío, se encrespó en fuegos ardorosos por montes y collados, tostó y deleitó los cuerpos en las playas, y a los pobres meseteros, nos propinó sin aguas, cenicientos cielos con presagios tormentosos.

En las esperas médicas, logré acabar la Dama de las camelias en versión Kindle y ahora nada empiezo ni acabo, sólo picoteo y hago mis juegos virtuales, plagando de seres vivos los jardines o deformando lo que se me ponga por delante. Ni poesía ni filosofía, nada me saca de la indolencia o el marasmo.

Para colmo he cumplido o he llenado muchos años, lo que siendo un plazer, se convierte para tantos en desespero. El paso del tiempo es inexorable para todos, aunque no sepamos decirlo con tanta precisión y belleza como Manrique. No estaría de más que realidades tan naturales y cotidianas, fueran tratadas sin miedos y dramatismos, pero ni la fe ni otra consideración las introduce en la normalidad. Forman parte de un mundo separado, proscrito. Nuestra educación que pretende ser más cristiana que ciudadana. elude tambien este tema, el más importante en la reválida final, la única reválida que escapa a los vaivenes ministeriales de turno.

Agosto, el mes Augustus, el mes de "las Cabrillas", de las mareas caprichosas de cuerpos estelares, es el mes de los desiertos, de ciudades desiertas que ofrecen plácidos paseos nocturnos a los pocos transeuntes que deambulan. Contrastan las playas costeras, cuyos bañistas que sortearon kilómetros, para alcanzarlas, pisan la arena con equilibrio inestable, para encontrar un hueco donde asentar sus reales.

Me pregunto cada año, por qué todo el mundo toma vacaciones a la vez y en Agosto. La misma rutina que mantiene aquel horario alemán, que mos obliga a entrar más pronto en la noche, a unos mediterráneos que nacieron bajo el signo del sol y la luz. Hemos supeditado nuestra vida a un horario que convino a la amistad y dependencia de dos dictadores pero que no tiene nada que ver con nuestra cartografía e idiosincrasia.