Pamplinas

Según la Real Academia en su última acepción, son cosas de poca entidad, fundamento o utilidad. Puede que así sea, pero en ocasiones de mucha importancia por el contexto, la situación o el lugar. En este momento, y que sirva de precedente, está más que justificada la denuncia de un colectivo sobre el impacto visual que produce una especie de visera instalada en la nueva explanada habilitada por el Ayuntamiento entre puentes, por mucho que el personal se piense que gastamos nuestras letras en asuntos baladíes. Si te colocas en aquellos lugares buscando la inigualable fotografía del Alto Soto de Torres, allí se te aparece el artilugio, en medio como el jueves semanal. A estudiar, pues, como piden educadamente los amigos del patrimonio, la posible retirada del mamotreto y a buscar posibles soluciones, si en verdad montaje tal es imprescindible para la función a la que se destina el espacio.

En otro orden de cosas -esto sí que es una pamplina- a juzgar por el hallazgo aparecido en una iglesia, capilla o monasterio en el barrio de las letras de Madrid, muchos de los problemas de este país se acabaron. Parece ser -solamente una apariencia puesto que es indemostrable- que 'apareció' Miguel de Cervantes, el polvo que quedaba de él y siete u ocho diminutos huesecillos. Y nos intentarán convencer, dirán que el asunto es de una transcendencia histórica, de vital importancia, de otra manera nuestra dejadez y nulo interés sería imperdonable. Y por allí anduvieron, por la iglesia invadiendo sacristías y levantando losas, una docena de personas, arqueólogos expertos, imagino, volcando todo su saber y entender en tarea de tanta altura. Puede que algún día nos diga los euros gastados, al tiempo que los descubridores se reafirman en que los restos hallados son del autor del Quijote sin la más mínima duda. Y que a partir de ahora la historia ha dado un vuelco y ya se puede escribir completa. País, que decía Forges.