Maliki no se rindió

Les contaré una pequeña y gran historia tan real como que yo mismo estoy escribiéndola ahora. Maliki tendrá hoy algo más de veinte años y hace un lustro dejó atrás el inclemente desierto y la hambruna, el malvivir en la miseria, la sequía. Él es de Mali y la lengua que le enseñó su madre es el fulani, pero hoy habla castellano mejor que bien, porque Maliki no se rindió. Abandonó el desierto y las cabras que apacentaba porque quería vivir mejor, nada más y nada menos que eso.

Llegó a la costa del océano tras andar no se sabe cuántos días, pero sí se sabe las penurias que padeció?pero Maliki no se rindió. Una vez en medio del mar, sus ojos se cubrieron de lágrimas saladas cuando vio hundirse el cayuco de su hermano y aunque lloró por él y por los demás que murieron ahogados, Maliki siguió mirando hacia adelante. Por fin llegó a la playa, a la costa de la "tierra prometida" donde seguiría luchando por esa vida mejor que anhelaba, y volvió a llorar, aunque esta vez fue diferente, fue de alegría por no haberse rendido. Hincado de rodillas enterró sus dedos negros en la arena y le rezó a su Dios. Entonces recordó a su madre, se puso en pie y comenzó a andar, sin rendirse.

Tú no eres Maliki, y quizás tampoco seas negro, y mucho menos tengas los años que él tenía cuando abandonó su desierto en busca de una vida más digna. Es probable que tampoco tu lengua materna sea el fulani, y acaso a tu Dios no lo llamas con el mismo nombre con el que lo evoca y le reza Maliki.

Pero sí eres una persona con dignidad, con una vida por delante, con unos ideales por los que luchar, con muchas personas a tu alrededor que necesitan tu ayuda? Seguramente a tu alrededor hay muchos Malikis. Por eso te lo digo como te lo diría Maliki si lo tuvieras ahora mismo frente a ti: NO TE RINDAS.