¡Indecentes!

En Septiembre, en Catalunya, va a tener lugar un proceso electoral que no son unas simples elecciones autonómicas; tampoco va a ser el plebiscito que pregonan los insensatos. Pero sí va a ser algo más que unas simples elecciones.

Los menos cuerdos de toda la pandilla de lunáticos que están calentando el ambiente dan por descontado que la opción soberanista ?envuelta en el disfraz que han diseñado para la ocasión- va a salir victoriosa, y por eso andan ya vendiendo la piel del oso sin haberlo cazado aún, y anuncian a bombo y platillo sus planes para el día después, con proclamación unilateral de independencia y todo.

Yo no tengo tan claro que vaya a ganar la opción secesionista. Para empezar, no fue esa precisamente la opción más votada en los últimos comicios municipales. Las hemerotecas hablan de que en aquella oportunidad, las fuerzas soberanistas sumadas, se quedaban 300.000 votos por debajo de las NO nacionalistas. Para seguir, en el Ayuntamiento de Barcelona no mandan los secesionistas, hoy por hoy, y la Alcaldesa ha sabido resistir valientemente la coacción del matón del patio; por si fuera poco, la coalición mayoritaria ya no existe, y van a concurrir desgajados a las elecciones de septiembre, siendo que Democràcia pide lo contrario que Convergencia. Y, por último, recientemente Iglesias ?en un rapto de lucidez que no le caracteriza-, ha venido a decir lo que lleva sosteniendo este columnista varios años ya: que para decidir sobre cualquier trozo de España ?y Cataluña lo es- tienen que opinar y votar TODOS los españoles, no sólo los habitantes de ese cacho.

Tengo para mí que los resultados electorales de Septiembre en Cataluña van a disgustar a Más tanto como me van a regocijar a mí. Ojo, no por anticatalán ni por carca, sino porque creo en la Patria Universal, porque soy consciente de que los nacionalismos fueron la peste del siglo XX ?ESLAVA GALÁN dixit- como lo son ahora del XXI, y porque me tienen ya bastante hartito con su actitud chulesca, provocadora e irracional y con esa vocación clamorosamente ilegal que exhiben con indecencia insufrible.

Por otra parte, llama poderosamente la atención el que se amontonen en la misma lista única la derecha más burguesa y capitalista junto a formaciones que se titulan de esquerra ?y por ende internacionalistas y solidarios, al menos nominalmente-. Semejante esperpento se sujeta únicamente con el efímero hilván de la ambición política ?que de todas las ambiciones es la peor y más deleznable- que, como es sabido, aguanta sólo hasta logar lo ambicionado ?o constatar el fracaso-.

¿Y luego qué?. Si venciera la insensatez, ¿cómo gobernarían Más y Jonqueras al alimón?. Efectivamente: de ninguna forma.

Pero, sobre todo, el deseo de independencia es profundamente insolidario. Desde la errónea creencia de que es Cataluña quien más aporta a las arcas estatales quieren separarse del resto para guardar para sí todo lo suyo. Como si se le ocurriera a algún mentecato proponer un referéndum para dejar de pagar la parte social de los impuestos. Igual de solidario y de decente.

Hay muchas más razones: políticas, económicas, legales, constitucionales y lógicas. Pero bastaría esa, la razón ética, para rechazar la sedición.

El ansia de independencia es indecente por brutalmente insolidaria.