Plazas de Salamanca

Lo que tenemos muy presente en la memoria es la angustia de aquel sufrido periodista que año tras año por estas fechas ?lo recuerdo por primera vez en el periódico "Pueblo" ? no tenía más remedio que escribir sobre el socorrido monstruo del lago Ness. Pero hasta eso se ha acabado. Estos días ha salido un individuo asegurando que tal monstruo ya no existe. Por tanto, desde la próxima semana hablaremos aquí de algo más relajante y cercano, o sea, de las plazas de Salamanca, aunque de una manera diferente. Serán cinco semanas y cinco poemas refrescantes para todos, aunque para algunos en especial: los ausentes de su tierra, los que viven privados de libertad, los convalecientes, los que pasean nuestra ciudad con los brazos caídos y los que quieran verla desde una nueva o antigua mirada, que por ambición no quede, es decir, tal como las vemos hoy o como las verían los clásicos. Con este preámbulo damos comienzo a la sección "Poemas de hoy con sabor a sepia" y, si en lo sucesivo les gusta, la enriqueceremos cuando la actualidad nos dé un respiro.

¿Por qué afloran estos deseos de llevar nuestra ciudad a la lírica? Porque llegado el stop laboral no nos sentimos abducidos por nada y lo único que echamos en falta de ese tiempo pasado son las tardes y fines de semana en los que no pudimos pasear Salamanca cuanto hubiéramos querido, en mi caso particular con mi mujer y mis hijas. Sin embargo, lo consideramos un peaje que todos los trabajadores sufragamos cuando nos debemos a unos horarios y a una disciplina acordados en convenio.

Y si de todos los momentos de la vida se debe sacar el lado positivo, he aquí unos versos que le dediqué a ellas.

Echadme la culpa hoy

no me lo juzguéis mañana

cuando me lo perdonéis,

pues de buen grado sabéis

que mi vida está vacía

de los días de domingo.

No me dieron a elegir

y por codicias no fue,

sí circunstancia formal,

pues fuente de gran caudal

no deja llenar un vaso

y el trueque te hace perder.

Y pierdes miles de abrazos,

tardes de risa y vergel,

de sol, tortilla y gazpacho,

y ver a mis hijas crecer.

No se puede remediar.

En el mercado de viejo,

qué costaría recobrar

esos domingos al tiempo.

(Inédito)

Fernando Robustillo Rodela