El cisco

se colocaba antaño en el brasero para calentar al personal en el crudo invierno; se dice también, entre los salmantinos de todo tipo y condición, del cisco que tiene montado el Ayuntamiento en las calles de la ciudad, con tanta acera levantada y en tantos frentes a lo largo y ancho de Salamanca. Nos parece muy bien, necesitadas estaban nuestras calles de un buen arreglo para que podamos caminar sin sobresaltos, sin baldosas levantadas o rotas, con registros peligrosos y agujeros de todo tipo. Pero una cosa es hacer y otra abrir en canal tropecientas zonas al mismo tiempo y con 'poco cuido', que decían en mi pueblo, que les queda tiempo a la nueva corporación hasta las próximas elecciones para ganarse el voto.

Y digo cisco y 'poco cuido', porque el alboroto es grande y las empresas concesionarias se empeñan en hacernos difícil nuestro caminar por esas calles en obras; cierran y abren a su antojo, cuando terminan un cacho allí se quedan los restos, no rematan, no recogen como alumnos ordenados; se empecinan en cortar las baldosas levantando enormes polvaredas, sin tener en cuenta a las personas ni verter un poco de agua antes de accionar la radial. Y porque llegado el fin del viernes y del trabajo hasta el próximo lunes, los bolos siguen cerrando carriles de circulación, los trastos, pasarelas y vallas permanecen en la vía pública de cualquier manera. Pequeñas simplezas, oiga.

Pero metidos en este berenjenal y conscientes de que acabará pronto, nos gustaría hacer una petición a nuestro Ayuntamiento, del mismo modo pecata minuta. Desde siempre, desconozco si porque así lo quieren o por mandato de algún funcionario, la empresa que gestiona nuestros residuos coloca los contenedores donde le place, por lo regular en lugares inapropiados, en el cruce de una calle impidiendo la visibilidad de los conductores, tal parece que los tiraran a boleo, de cualquier forma, vamos. Vigílese este desaguisado por 'un propio', se llame concejal o ingeniero de caminos, y aprovechen cuando se renuevan vías públicas para acomodar los contenedores en pequeños huecos, para que aquellos grandes recipientes que no tienen más remedio que situarse en las aceras, no bailen, rueden a su antojo y se desplacen con el viento o la patada de un gamberro. Tontunas, querido Sancho.