De las encuestas nunca más se supo

Creo en la Sociología y creo en el método científico con sus técnicas y procedimientos y creo en las encuestas, ya sean realizadas cara a cara, telefónicas o por cuestionario autoadministrado. Pero no creo en esa "pseudoencuesta" que da ganador al "sí" y después el resultado sea un clamoroso "no" de más del 60% sobre el 30. Cuando ocurre esto no se puede pensar que tales encuestas fueron el resultado de un trabajo riguroso realizado por reconocidos profesionales, sino que más bien estuvieron mediatizadas por millonarios preocupados por la Bolsa. Y la pantomima, con la que se cubre el expediente, quizá sea de otra manera, que vulgarmente se llama a boleo.

Como ejemplo, imaginemos a un individuo cualquiera, como la mayoría, parado, que hallándose ocioso en casita le llama un amigo para ver si se quiere ganar unos duritos realizando encuestas para el referéndum de Grecia, una cosa tan fácil como preguntar "sí" o "no" a lo propuesto por Tsipras. Tú se lo dices a la parienta y ella te pone una alfombra: "Si hace falta, te las inventas, pero con que te den diez céntimos por cada una ya ganas más que estando ahí de parásito". Eso es justo lo que haces y lo que debieron de hacer en toda Europa, inventarlas, y para más complacer y que fuera una encuesta civilizada y moderada, tú diste una de cal y otra de arena, más tirando para el sí, por supuesto, pues al fin y al cabo ese era el resultado deseado por los que te pagaban.

Esto puede parecer una caricatura, pero si no sucedió así, las encuestas fueron realizadas de salón, es decir, al dictado, ya que pasar de un empate técnico previo, ladeado al "sí", a más de un 60% de "noes" en las urnas es para pensar que fueron encuestas con un sesgo tan claro como si la pregunta se la hubieran realizado a la señora Merkel o al señor Rajoy, que, por cierto, no sé por qué, con Grecia le hemos visto unas ínfulas que recordaban al señor Aznar cuando era socio de Busch y de Blair.

Pero a lo que íbamos: no hace falta ser Max Weber, eminente sociólogo, para saber que las estimaciones de voto se realizan a una porción de población que se llama muestra, y un ejemplo clásico sería como coger un queso y partirlo en porciones, dará igual la porción que tomes, siempre tendrá la misma cantidad de calostros y de agua (aunque no sé si esto es ortodoxo, señores queseros). Pero así ocurre con el universo de una encuesta donde está en juego la economía: si la encuesta tiene la misma cantidad de gente de clase alta, clase media y clase baja, las porciones entre encuestas diferirán muy poco unas de otras, en este caso un 60% de noes y un 30% de síes, que más o menos hubiera hecho coincidir el resultado previo de las estimaciones con el resultado final.

Sin embargo, estas presuntas malas artes llevan como consecuencia que la gente desconfíe y en la siguiente ocasión se dé este diálogo: "¿Una encuesta?.. ¿Será un chiste, no?".