Mis hijas son mejores que yo

Esta afirmación para mí es mi mayor tesoro. Creo decirlo desde el corazón y desde la cabeza. Mi paraíso como el de cualquier padre o madre es la felicidad de sus hijos.

Las prioridades que hemos intentado transmitirles su madre y yo deben haber sido por ósmosis, con el ejemplo del día a día. Hoy creo firmemente que son mejores personas, más solidarias, más inteligentes, mejores estudiantes, más sensibles, mejores deportistas, más trabajadoras, más valientes, más humildes y soñadoras.

Me gustaría que vivieran la vida con mucha alegría y con emoción, que descubrieran una bonita Fe y que gustaran de hacer el bien sin condiciones.

Espero que no lean esto porque me pondrían verde y de ñoño para arriba. Sentirían esa sana vergüenza que sienten las adolescentes muchas veces de sus padres. Pero los que somos simples hablamos de sentimientos simples con más trascendencia de la que suponemos.

Estas experiencias místicas de otra forma también he aprendido a vivirlas con alumnos sobre todo de la Casa Escuela Santiago Uno. Tienen unas etiquetas de delincuentes algunos y sin embargo algunos vivimos que por migajas te dan la vida. Son chicos y chicas con muchas cualidades también con más cualidades de las que yo veo en mí mismo.

Creo que la labor de un padre y de un educador es transmitir lo mejor que tenga y que sus hijos y sus alumnos le superen en todo.

Es un placer hacer deporte con tus hijas, comentar libros, viajar, verlas bailar o tocar algún instrumento musical y sobre todo cuando ves que tienen una conciencia social de ayuda, la última vez que fui con ellas a Marruecos con el programa de mejorar escuelas nunca olvidaré sus sonrisas con los niños de allí y sus lágrimas a la vuelta.

Soy un admirador de mis hijas y también de mis alumnos. Muchas veces buscamos los adultos ser dignos de admiración y provocamos en los menores baja autoestima y complejos, debemos saber ver lo positivo que llevan dentro y potenciarlo. Eso no quiere decir que en muchas ocasiones tengamos que bajar su soberbia u orgullo mal entendido.

La humildad y capacidad de esfuerzo son dos valores fundamentales. Deben saber hacer de todo y cumplir responsabilidades, se deben manchar las manos con tierra en un huerto y deben ayudar en casa, debemos evitar la tendencia al divismo y a todo son derechos y ninguna obligación.

Supongo que mi mujer que no me lee, volverá a decir que idealizo y que soy previsible, pero esto no es una novela de suspense.

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