A veces...hay que irse

Cuenta la historia, o cuentan historias, relatos de esos de carretera, misterio, barra de bar o noches entradas ya en harina, que en una aldea perdida pero ahora descubierta por eso del "vintage" o quizás era en un barrio? no sé, era muy tarde y con mi edad me cuesta retener y aún más mantener? . Decía, que de ese lugar un vecino, quizás, tonto de él incluso pensó ser un amigo, decidió emprender su propio camino. Harto de ayudar al del quinto y al del primero. Hastiado de servir de guía para ciegos psiquicos que sólo miraban las parvas de pan. Caminó, ascendió y descendió y cuando llego a un puerto o quizás a un cruce de calles?desapareció.

Pero qué cosas nos pasan en estos días, la tendencia centrípeta de la mayoría contrasta con el espíritu centrífugo de los menos. En una sociedad en la que se vende tan bien las raíces, los grupos, lo tradicional, lo tribal, incluso el rellano del cuarto? los que deciden 'fugarse' a veces parecen traidores, raros, insolidarios e incluso asociales. Pero cuando se alejan, su perspectiva se agranda y el panorama se aclara con la mente limpia y sin extorsiones sentimentales, sin dolorosos pasos en la acera que siempre pisó y ahora el firme parece incluso más llano y liso. Tanto, que cuando intentan regresar , o miran hacia atrás cargados de recuerdos que aun queman bajo la piel, todo lo verán bajo otro punto de vista menos suyo, más extraño como si fuera la primera vez.

Soy de una tierra, a la que amamos con todas nuestras fuerzas, donde tenemos más arraigo que nadie, y en la que nos graban a fuego la palabra lealtad en nuestro corazón y eso nos enseña a implicarnos allá donde vamos. Hicimos las maletas a los sitios más dispares, para unos fue una travesía, para otros una aventura y para otros aún estamos en proceso...de una expedición en toda regla.

¿Saben?, a veces hay que irse para conseguir la única manera de vivir de verdad. Sobre todo algunos huimos de la miseria moral, de la infame patraña de la mano en la espalda y el cuchillo en el corazón, de la caricia en la nuca y al mismo tiempo el empujón contra el firme muro de la indiferencia, de la sonrisa cargada de inquina?.

¿Culpables? Todos..

Y mientras tanto, pues nada, nos negamos muchas veces a ver la realidad. Estamos inmersos en una sociedad que abusó y abusa de la confianza, que se olvidó de los valores fundamentales, que relegó a un último plano cosas tan importantes y fundamentales como la amistad, la moral y la educación.