Por el secarral veraniego

Está la cosa un poco áspera, reconozcámoslo, por eso antes de irnos de vacaciones o de quedarnos a ver la vida pasar por el balcón o por la terraza con la consabida cervecita, más nos vale encomendarnos a San Zerolo bendito que está en el cielo de Chueca y celebrar el Día del Orgullo a despecho de asesinos playeros y negociaciones griegas. Que no, que el común de los mortales no sabe ya adonde mirar, y por eso es un consuelo que en la muy letrada y conservadora ciudad de Salamanca, la bandera arco iris ondee en el Ayuntamiento, o que lo norteamericanos se la envainen y acepten el matrimonio homosexual mientras Obama canta gospell en la iglesia del oprobio. Algo avanzamos, sí, a pasito medidos, pero algo y es que o yo soy una optimista irredenta o es que la humanidad, a pesar de todos los yihadistas de fuera y los twuiteros de dentro capaces de decir y hacer barbaridad y media, puede ver con naturalidad la diferencia y aceptar que cada uno piensa como le sale de la faltriquera.

Uno tiene esperanzas fundadas, sí, y a la niña bonita, que nos ha salido ermitaña, le parece muy bien eso de las novias de las amigas de mamá y no le llama nada la diversidad religiosa que tiene a su alrededor. Es la ecuménica perfecta y por no creer en dogmas, ni siquiera cree en su santa madre que soy yo. A veces pienso que la culpa es mía por haber alumbrado a una Mafalda contestona que me insta a quitar la radio porque está harta de atentados, pactos electorales y políticos corruptos. Lo suyo tampoco es Tablero Deportivo y por si fuera poco para acabar de remediar que hable como un personaje de los comics de Ibáñez, la criatura se me ha aficionado a José Mota y se pasa el día remedándole. Vamos, que me esperan unas vacaciones lingüísticamente muy interesantes porque reconozcámoslo, el verano lo que tiene es que te pone en contacto las veinticuatro horas del día con tu hijo en línea directa sin maestro de por medio ni extraescolar que llevarse a la boca. Una experiencia religiosa, afirmo, y menos mal que en la piscina la niña no habla porque bucea, que si no fuera así, les aseguro que ni dormida calla de contarme cosas. Vamos, que se ha pasado todo el curso escolar preparándose para estos días mientras la que suscribe tiene ganas de irse a vacacionar a un convento de cartujos y probar lo que es el silencio. Piénsenlo, nada de tertulias televisivas ni niños que hablan de política y de lo bien que cocina la abuela, nada de malas noticias ni ejercicios de afirmación preadolescente, nada de canción del verano ni declaraciones de Pablo Iglesias, que parece que tiene bula para postularse a cada rato, nada de noticias sobre Grecia ni esos agónicos, mamá que tengo hambre? al secarral veraniego le aportaba yo la paz del claustro y el silencio de la regla cartuja y no la premenopaúsica? vamos, que la próxima columna ya les digo desde donde la mando, dilectos lectores míos?

Charo Alonso

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez