Por un mundo rural (políticamente) vivo

Denunciaba Podemos la semana pasada la enorme red de favores y clientelismo que ha creado el Partido Popular en nuestra comunidad a través de la gestión de los fondos europeos Leader y la perversión a la que ha llevado el incuestionable trabajo que podrían estar desarrollando los Grupos de Acción Local en nuestros pueblos. Trabajábamos a nivel interno escuchando y apoyando a aquellos concejales de pequeñas agrupaciones electorales en pueblos de doscientos, trescientos habitantes enfrentándose a años de contrataciones a dedo, votos por contratos y privilegios viejos. Nos reuníamos también esta semana con la Plataforma Stop Uranio, espantados por la reciente petición de la multinacional Berkeley a la Confederación Hidrográfica del Duero para que permita el vertido de sus aguas radiactivas en nuestro río Yeltes, a la vez que seguíamos señalando que "el emperador va desnudo" al contemplar como el Partido Popular y el Partido Socialista seguían votando a favor de un tratado que prohibirá en nuestra provincia a nuestros ayuntamientos desarrollar políticas de compra y licitaciones locales que aseguren, frente al desembarco de las multinacionales, que se contraten proveedores de la zona.

¿Quién se está rasgando las vestiduras ante las aves de rapiña? ¿Quién está haciéndose eco de que nuestro medio rural está pasando a ser el nuevo y rentable espacio de los intereses de las multinacionales y el afán privatizador?

Apoyándose en la necesidad y desesperación propias del desempleo en el mundo rural, amparándose en los privilegios hoscos y evidentes que aún caminan a cara descubierta, con nombres y apellidos conocidos por todos en nuestras comarcas y protegidos por el silencio cómplice de medios de comunicación y sociedad civil que vuelve pocas veces la cara ante lo que está pasando en nuestros pueblos, ante las luchas cotidianas, poderosas, llenas de sentido hacia las siguientes generaciones, que tratan de mantener a pulso la vida digna en nuestra provincia, las privatizaciones y la especulación con los comunes sobrevuela ya nuestro patrimonio natural.

Estamos obligados a poner toda nuestra atención, todos nuestros esfuerzos y toda la inteligencia política de la que seamos capaces al servicio de un mundo rural políticamente vivo, de un nuevo modelo de relación rural-urbano que tenga en cuenta que los derechos sociales no sólo se conquistan para la gente que vive en la ciudad sino que han de ser protegidos y defendidos hasta en la más pequeña de nuestras pedanías. Aunque tengamos que repetirlo hasta la saciedad, nos va el futuro en ello.