La guerra de los mundos (versión española)

Ahora sabemos que en los primeros años del siglo XX nuestro planeta estaba siendo observado por inteligencias muy superiores a las del hombre, aunque también tan mortales como las nuestras.

(Inicio de la Guerra de los mundos, adaptación de Orson Welles para la radio de la novela de H.G. Wells. Fue estrenada el 30 de octubre de 1938 en la CBS haciendo cundir el pánico)

A finales del mes de octubre sucedió lo inesperado. Los negocios estaban en su mejor momento, gran número de personas encontraba trabajo nuevamente y las ventas de los comercios se disparaban. Era 30 de octubre, eran las ocho de la tarde y la agencia de noticias Crossley estimó que 32 millones de personas tenían instalada la radio// Desconexión para la información del tiempo y "traslado radiofónico" al salón del Hotel Meridian Plaza para escuchar a Ramón Raquello y su orquesta. Una voz de mujer anuncia que vamos a oír la Cumparsita. Suenan unas cuantas notas con aroma argentino y, de pronto, se produce una inesperada interrupción. Salta una aterradora noticia... (hasta aquí, transcripción literal del programa de radio) La huelga en el fútbol español se hace indefinida.

La gente sale a las calles, todo el mundo grita y solloza incapaz de hallar consuelo en las palabras de los expertos de diferentes universidades que afirman, en base a su experiencia de cuarenta años como catedráticos, que todo es una falsa alarma. El bullicio se ha instalado en las redacciones de los periódicos, donde los más viejos tratan de contrastar la información consultando a sus confidentes, mientras que los recién llegados tratan de dar lustre a un afilado titular que colgar en Twitter. Los ultras se tirarían de los pelos, pero como se los afeitan por religión, sacian a cambio su sed de venganza con el primer inmigrante que encuentran por el camino. Nadie se atreve a detenerlos. Incluso hay quien los entiende: "¿Cómo se van a desahogar, pobres, si ya no pueden pegarse en el fútbol?"

"Messi se pasa al fútbol playa y Cristiano se hace modelo. Que sí, que sí, como lo oyes Carmencita; lo ha dicho la radio". Los rumores se propagan por las avenidas mientras los niños, amarrados a su pelota, se preguntan qué regalo pedir a los reyes ahora que no podrá ser la camiseta de su ídolo. Los hombres adultos, por su parte, ante las dudas que se ciernen sobre el futuro de los bares, han abandonado en masa sus puestos de trabajo y se agolpan junto a la barra de la taberna del barrio demandando otra caña. "Y de pincho caviar, Manolo, ¡por si no hay mañana!" Un antropólogo español de reconocido prestigio, con varios premios internacionales, anuncia desde su exilio (por cuestiones de supervivencia) en Australia, para tranquilidad de empresarios y clientes, que los hosteleros españoles no deben preocuparse, que la cerveza ?está demostrado? fue antes que el fútbol.

Del otro lado de la carretera, cientos de personas hacen cola en la puerta de una peluquería. Acuden a ella jugadores y jugadoras de deportes minoritarios (badminton, surf, volleyball, hockey patines,...) que afirman no haberse arreglado nunca, durante décadas, dado el ostracismo en el que se hallaban instaladas sus disciplinas. Ahora, creyendo que tal vez puedan verles en sus casas ?y en la de algún otro despistado? quieren al menos salir guapetones. Desconocen que ya hay programadas cinco tertulias en los huecos de la parrilla que antes ocupaba el fútbol. En una, la de contenido cultural, presentarán el último libro de Belén Esteban.

Y es que, amigos lectores, aunque esto del fútbol suene a folclore desafinado y desprenda un insoportable hedor por lo que ocultan unas cuentas del todo desproporcionadas; tal vez, después de todo, no esté tan mal. Imaginando una sociedad sin balompié, pensando en las posibles repercusiones económicas y psicológicas de una huelga indefinida, tal vez el mal menor pase porque se ponga la pelota en juego y unos cuantos millonarios sin estudios monopolicen nuestras conversaciones a riesgo de simplificar cuantitativa, y cualitativamente, nuestras opciones de ocio. Solo así, con el pitido inicial actuando como el timbre que pone fin a la jornada académica o laboral, España se asegura, conocidos sus antecedentes cainitas, que la única lanza que nos enviemos entre compatriotas sea con el interior o de rabona. Porque en nuestro país, nos guste más o menos, la realidad de los hechos impone la máxima de que si no existiera el fútbol, habría que inventarlo.