Elecciones: el agua y el cauce

La vida prosaica ya está aquí de nuevo, lo que demuestra que la excepción es efímera y lo dulce reducido. El ejemplo más claro de que la vida vulgar nos ha vuelto a atropellar es que los políticos andan sueltos y nerviosos, de aquí para allá, viviendo sin vivir en ellos como Santa Teresa de Jesús. Andan todos preparando programas, bajando peso para dar mejor en televisión, escondiendo las promesas para que no se las copien otros y haciendo cálculos y más cálculos. De hecho la "cocina" de las encuestas tienen mil ingredientes y los analizan para neutralizarlos como sea, puerta a puerta si es necesario.

Dijo el viejo profesor Tierno Galván, el histórico alcalde de Madrid, que "las promesas se hacen para no cumplirlas", y esa afirmación la han comprobado muchas veces los ciudadanos. Pero la democracia es un río que no puede parar y cada cuatro años vuelve a las andadas, como las inundaciones. Por eso estamos otra vez en un prólogo que ya conocemos y que explica lo que va a venir.

Pero aunque las cosas se parecen, podríamos aplicar aquello de Heráclito de Efeso que Platón tradujo como "no te bañarás dos veces en el mismo río". Es tan la cosa así que Podemos y Ciudadanos han irrumpido con fuerza den muy poco tiempo en un mapa donde se tambalean los históricos PP y PSOE y fenece IU. Y es que, continuando con el río de Heráclito, "El oscuro de Éfeso", una parte del río "fluye y cambia" pero hay otra, el cauce, que es casi permanente y es la guía por donde se mueve el agua, que en este caso sería la democracia.

Así han sido las cosas, desde las elecciones de 1977, aquellas de UCD y el PDP y AP y el PCE y tantos otros partidos que se los tragó el río democrático. La historia cercana demuestra que la gran mayoría de partidos nacen, crecen, se desarrollan y mueren, como las plantas. Y es que los ciudadanos cambian, los problemas de los ciudadanos son distintos en cada tiempo y lugar y las necesidades otras. Nuevos jóvenes se incorporan a las urnas y las viejas generaciones desaparecen. Ley de vida que hace diferentes los hechos y los días. Por eso pasa lo que pasa, y por eso nada es hoy como ayer, ni nada será mañana como pasado.

Las elecciones, en cualquier caso, son siempre un momento de expectación, de incertidumbre, no sólo para los políticos, grandes actores en escena, sino también para los ciudadanos, quienes pasan de estar cuatro años inactivos ( a excepción de cuatro manifestaciones de protesta) a ser protagonistas en grupo. Es como una obra coral. Les dura el protagonismo a los ciudadanos de 9 de la mañana a 8 de la tarde, poco tiempo, pero determinante porque deciden individualmente, pero en conjunto, el final de la obra. Los políticos suelen tomar nota, eso es lo que dicen ("he entendido el mensaje", aseguró Felipe González), pero como no es verdad, antes o después más de uno se tiene que ir a su casa precipitadamente. Aunque son los menos porque se necesitan años y años hasta ver desaparecer caras que parecen eternas. Y es que para algunos el río son ellos mismos porque han confundido el agua con el cauce.

La movida política ya está aquí y el río nos lleva a todos. Un río salvaje, un río imprevisible, un río en esta ocasión con el cauce sobrepasado. Pero un río, al fin y al cabo, que seguirá fluyendo cada cuatro años democráticamente. A pesar de todo, por fortuna.