¿Qué opina usted?

Tras una larga perorata no exenta de oraciones subordinadas el interlocutor se detiene en seco y formula la pregunta a quien le escucha. Este, que lleva tiempo perdido en los razonamientos de su contertuliano y que ha llegado incluso a desconectar, tras un silencio espeso en que se le abre una ventana al ridículo, contesta con aplomo: depende. Quizá hubiera sido peor si le hubiera dado la razón o, más dramático aun, si le hubiera contradicho. El término medio, la ambigüedad, es el espacio más cómodo; el terreno de la equidistancia, el soslayo del conflicto. Algo que, además, es diferente a no tener opinión, una posición que resulta inadmisible en una sociedad asertiva, de egos altaneros, de voces altisonantes.

La vaguedad es una medida de supervivencia muy vieja, pero también es una táctica, una actitud calculada que busca ganar tiempo, a veces confundir a quien escucha, otras, sinceramente, una cautela ante un asunto que admite matices. En fin, una huida hacia delante cuando la respuesta que se exige es dicotómica. Como bien se sabe, decir no es siempre más difícil que musitar entre labios sí. Pareciera que el no viene asociado con la rotundidad de una postura frente a la benignidad conformista del sí. Hay grupos en el universo iberoamericano cuya aversión a pronunciar una negativa es crónica. De ahí la exasperación de quienes exigen una posición rotunda cuando una negación es la respuesta más plausible y solo reciben balbuceos imprecisos.

Pero la pregunta que encabeza esta nota introduce el término "opina" y toda opinión está sujeta a matices. Contestarla requiere de una interlocución atenta y de un nivel entre quienes conversan que se acerque a unas cotas mínimas de igualdad, tanto en el paralelismo de conocimiento del asunto que se aborda como de la predisposición entre los actores a desarrollar un proceso deliberativo. Esto último conlleva atención y un mínimo de sosegada dedicación en términos temporales a la cuestión abordada. Los tiempos actuales son incómodos para ello, la atención apenas si alcanza a un titular de telediario o de prensa, a la extensión impuesta por la moda de un trino (¡qué maravillosa palabra utilizada en Colombia en lugar del estrafalario "tuit"). Por ello se pierde la capacidad no solo de deliberar sino incluso también de dialogar cuando dos personas manifiestan alternativamente sus ideas o afectos. Por ello, por favor, la próxima vez que le pregunten, opine.