La Alberca en Semana Santa

En el año del Señor de...

La Semana Santa en La Alberca siempre fue de recogimiento. Recuerdo que de niño llegaban dos sacerdotes más para poder atender a confesar, y luego escuchar esos sermones tan emocionados. Ni siquiera se ponía la radio, no se tocaban las campanas, ni había baile, ni escuchábamos el tamboril, solo el sonido de las churraeras o el de la matraca sentados en el poyo de la Culitraca.

Asistíamos a las procesiones, me gustaba mucho la de la Soledad y siempre iba con mi madre tras la imagen de la Virgen de los Dolores. Era emocionante solo escuchar el sonido de nuestros pasos en la noche por esas calles entonces en penumbra.

Y era el viernes Santo cuando asistíamos a la procesión más importante, con los pasos de los Azotes, el de Jesús con la cruz a cuestas y tirado por "Juitas", un grotesco soldado romano, para encontrarse en la fuente de la "Balsá" Jesús con su Madre, y escuchar un corto sermón desde el balcón del tío Chagal, saliendo en dirección a la Ermita del Humilladero donde un nuevo paso de Jesús crucificado cierra la procesión.

Todos mirábamos a "Juitas" para ver si dirigía su mirada hacia el valle de Lera, pues así habría buena cosecha de patatas.

Y es el viernes Santo en la tarde cuando sale la Procesión del Santo Sepulcro, con toda su cofradía en hileras con sus capas negras.

Y fue en 1981 cuando por primera vez el grupo Cateja Teatro, fundado por Moisés Serrano en 1975, interpretó por las calles del pueblo la Pasión en vivo y desde entonces es representada año tras año por nuestras calles, dando la impresión de estarlo viviendo en el lugar donde ocurrieron los hechos, ya que La Alberca se presta para ello.

Este año hemos visto esta Pasión en la que participan muchos actores y figurantes el Jueves Santo.

Y después de tanto recogimiento nos concentramos en la Plaza del pueblo el Sábado en la noche, para ver la Resurrección.

Es emocionante ver como todos y en un silencio sepulcral, esperamos a la "Aleluya" (Jesús Resucitado), en la parte alta de la Plaza, para encontrarse con su Madre la Virgen, tapada con un velo negro, y a la espera de que suenen las doce por el reloj de la torre, que al sonar éstas se le quita el velo a la Virgen para ponerle la corona, y cogida en hombros sale el encuentro de la Aleluya en mitad de la Plaza. Y suenan esquilas, el tamboril y la gaita las campanas al vuelo y el explotar de los cohetes, lo que produce una gran emoción después de tanto silencio.

Y a esperar el Día del Pendón en el lunes de Pascua.

Andrés Barés Calama