ALAMISA y 3Sides, la música que se ve

Bajo las bóvedas de ladrillo macizo del antiguo aljibe, la acústica no es solo sorprendente, la propuesta también lo es. Y es que hay algo artesano en la forma de tocar jazz de 3Sides, partícipes de las jornadas de Artesanía promovidas por el Museo de Comercio de Salamanca. Un aljibe que ya no contiene agua, sino el lento fluir de la profundidad del saxo de Fernando Aguado, la densa gravedad del contrabajo de Oscar López y la sorprendente batería de Christian Murguía. Los músicos de ALAMISA, Asociación Libre de Amigos de la Música Improvisada de Salamanca, pretenden recuperar el ambiente de club de jazz, íntimo y cercano del que carece una ciudad con excelentes intérpretes. Intérpretes a los que no solo hay que escuchar, sino ver, no solo oír, sino disfrutar compartiendo la entrega al instrumento y al diálogo de fraseos de los miembros de este grupo sencillamente soberbio.

Con esa impasividad elegante del músico de jazz, los tres intérpretes se deslizan por la música alternando los momentos suaves e íntimos con una percusión violenta y metálica que se impone a un saxo tenor dominante capaz de entrelazarse con la suavidad del clarinete, mientras, sustentando el brillante equilibrio de este trío, el contrabajo se deja sentir siempre en un constante segundo plano. Hay algo mágico en la compenetración de estos tres intérpretes en el escenario, algo común que fluye entre los tres mientras sus particulares ejecuciones se muestran absolutamente independientes. Y esa es una de las impresionantes lecciones de estos tres músicos seguros de sí mismos que comparten escenario con un percusionista también entregado, Cote Campusano. Los cuatro levantan sobre el escenario un sonido original, pleno de lecturas sonoras, complejo y libre que se disfruta en la contemplación, porque el público de 3Sides no solo escucha, sino que observa, siente la ejecución de una música que no deja a nadie indiferente y que levanta bóvedas siempre nuevas de improvisación y fuerza. Ya sea alternando percusión y batería, enlazando saxo y clarinete, intercambiando contrabajo y bajo eléctrico, los músicos hacen un ejercicio de entrega que convierte al público en privilegiado espectador de su propuesta no solo musical, sino escénica. Con una inusitada elegancia, con una contenida entrega. Y bajo las bóvedas del Museo del Comercio la música tiene algo de ejecución artesana, aquello que solo el hombre es capaz de producir en el momento, con oficio, con disfrute por el trabajo bien hecho, con talento. Filigrana jazzística para cuatro músicos en estado de gracia.

Charo Alonso

Fotografías de Fernando Sánchez Gómez