¿Paseando? por la Rúa

Recuerdo los paseos por la Rúa allá por los años 80. No resultaba fácil con las aceras tan chicas. Y aunque era una calle con poco tráfico, no era tan poco como para poder ir por la calzada, porque si venía un coche, llegar hasta la acera entre los que estaban aparcados, bien pegaditos los unos a los otros, era un pelín complicado.

Pero era un paseo muy agradable: la Catedral al fondo, la Clerecía y la Casa de las Conchas a medio camino, los edificios antiguos de piedra dorada, los estudiantes yendo y viniendo con sus carpetas y sus bufandas de colores,...

Si por aquel entonces me hubieran preguntado si se debía o no peatonalizar, habría dicho que sí. Pero no me preguntaron. La verdad es que no me importó, ya que yo era demasiado joven como para pensar que mi opinión pudiera contar para algo y, además la decisión me parecía muy acertada porque el paseo por la Rúa seguía siendo igual de agradable, pero más cómodo, mucho más cómodo.

Lo malo es que la comodidad duró poco. Enseguida los locales de la zona empezaron a poner terrazas que transformaron lentamente el paisaje humano: los estudiantes fueron dejando paso a los turistas, con lo que las terrazas siguieron creciendo y creciendo estorbando sensiblemente la caminata.

Tampoco esta vez me preguntaron nada y tampoco me sorprendió que no lo hicieran. Pero desde entonces evito andar por la Rúa, porque como cada vez resulta más difícil, en vez de ser un paseo agradable, se convierte en una carrera de obstáculos que me pone de mal humor. Me pregunto cómo se las apañarán mi vecina con la silla de ruedas y los abuelillos con sus andadores. Claro que, los invidentes lo tienen aún peor.

Pero hoy tocaba comprar un souvenir para regalar, así que he vuelto a pasar por allí. Lo de hoy no ha sido mal humor, hoy directamente me he deprimido. Hemos tenido que avanzar a duras penas sorteando las mesas y el gentío, hemos perdido varias veces el hilo de la conversación entre obstáculo y obstáculo y, por si fuera poco, los edificios han cambiado de status: han pasado de antiguos a viejos amenazando ruina.

¿De verdad no se puede hacer nada por mejorar la Rúa? ¿Va a seguir empeorando? ¿Van a seguir sin preguntarme mi opinión, sin escuchar mis ideas? No soy de esa mayoría silenciosa, no llevo bien que me obliguen a quedarme callada.