Una señora estupenda

Cuenta mi amigo el cínico que un día llamó a un programa de radio para contar que su relación de pareja había empezado a fracasar el día que conoció a una mujer y sintió que era la mujer de su vida. Decía de ella que era bella y chocante, atractiva y escabrosa como una catedral con escalera de incendios.

-¿Qué sucedió, preguntó la locutora.- No se lo puedo decir, pues a mi pareja le gusta mucho la radio y quizás me esté oyendo. La cuestión es que las cosas se complicaron y ahora vivimos separados.

-Al, muchacho, continuó mi amigo, la audiencia no paraba de llamar absolutamente intrigada y aventurando hipótesis sobre lo que hubiera podido pasar y a mí eso me parecía que lo había provocado yo, sin querer, por contar algo que estaba en la frontera entre lo banal y lo extraño.

- Tendrías que haber oido las diferentes versiones que se proponían; desde aquellas que apuntaban a un vulgar y cereal episodio de clase media, hasta otras diseñadas con una sofisticación realmente inquietante.

Sus palabras me hicieron reflexionar sobre el curioso fenómeno de la percepción y lo tremendamente frágil que es el hecho comunicacional.

No me cuesta mucho imaginarme la escena: los "tres" sentados en el tresillo; mi amigo, su chica y, planeando entre los dos, la sombra de "la señora estupenda" que debía de ser de esas mujeres que te miran como si te encañonaran y que sólo son más atrevidas que su ropa o sus pendientes .

?"Y hasta aquí puedo leer", como en el 1, 2, 3, de Chicho Ibáñez Serrador.

Os propongo, queridos lectores, que me contéis, según vuestra percepción, qué pasó: ¿Cómo y porqué se produjo la ruptura? ¿Qué pasó con "la señora estupenda"? ¿Acabó siendo realmente la mujer de su vida?

Me gustaría mucho que, al igual que pasó en la radio, me fuerais enviado, en esta misma página, las distintas versiones que se os ocurran.