Miércoles, 25 de diciembre de 2024
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Russell y los fanatismos
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Russell y los fanatismos

En un país en el que la obra del genial Bertrand Russell es obviada en los ya exiguos programas educativos de enseñanza pública, extraña menos la creciente imposición del fanatismo religioso que, contra lo que debería ser la normal evolución del pensamiento crítico y el desarrollo de la inteligencia en la sociedad ?también de la racionalidad-, alcanza hoy en España tales cotas de indignante obligatoriedad, exigencia y hasta abuso, que ha detenido en seco nuestro históricamente paupérrimo crecimiento intelectual colectivo -dicho todo ello con absoluto respeto a las creencias personales de cualquiera-.

Una leve ojeada a los contenidos didácticos oficiales de la Filosofía en cualquier nivel de enseñanza en nuestro país, da cuenta de la labor de criba y censura realizada en los últimos años respecto a autores, obras o corrientes que pudiesen cuestionar el pensamiento único (por llamarlo de algún modo), de unas autoridades como las que nos toca sufrir, infectadas de un fanatismo religioso más que preocupante, con tal carga de irracionalidad, beatería, fogosidad e intolerancia que han empobrecido hasta límites grotescos el libre ejercicio de la ciudadanía y afectado gravemente algunos derechos. Desde la chabacana e indigna ceremonia de concesión de una medalla al mérito a una imagen religiosa hasta las apelaciones públicas a los favores mágicos de santones, vírgenes e iluminados para solucionar problemas cotidianos, pasando por esa absoluta e intolerable imposición a todo un país de una llamada Semana Santa que condiciona gravemente a todos en pro de las aficiones de algunos, o la celebración en ámbitos públicos, plazas, calles y jardines de misas, bendiciones, besamanos y besapiés, desfiles, patronazgos, paseos y trompetería religiosa de toda laya, o las bochornosas genuflexiones, velos y degradaciones de nuestras máximas autoridades ante la supuesta autoridad divina de eminencias, santidades y otras excelencias espirituales, el fanatismo religioso institucional español se torna por momentos irrespirable y oprime hasta límites asfixiantes cualquier inteligencia con propósito de libertad. Aunque luego parezca quedar muy democrático manifestarse contra otros fanatismos y escribir encendidos elogios a la libertad.

En Por qué no soy cristiano, el premio Nobel de Literatura Bertrand Russell rebate con gran brillantez los argumentos tradicionales del cristianismo, identificando, con gran clarividencia, al miedo como fundamento principal de la religión. En su obra, y en la de otros pensadores y filósofos (todas convenientemente apartadas de los programas educativos españoles), se argumenta racionalmente contra las cárceles mentales y las peligrosas consecuencias que para el desarrollo, el equilibrio, la ciencia, el avance, la cultura, la igualdad y hasta la felicidad de las sociedades conlleva la imposición general de las creencias y fanatismos particulares, circunstancia que ojalá se avengan a considerar, corregir y eliminar futuras cabezas mejor amuebladas para la dirección de un país.

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