Siempre será vuestra esquina Paulino

Mañana la Plaza Mayor de Salamanca ya no será la misma porque dejará de acompañarnos una vieja conocida de todos: la joyería Paulino. No es la primera vez, y me temo no será la última, en que hablo de esta nueva y desconocida Salamanca que ya hace tiempo vivimos, que viste nuestras calles de franquicias y negocios de duración limitada, y que va olvidando y dejando atrás a emblemáticos negocios que han acompañado nuestras vidas y marcado nuestras historias.

¿Acaso no han hablado ustedes de tardes de café en el Pasaje o de aquellos helados de los Italianos? Seguro que recuerdan haber oído a alguien sobre aquellas fotos que revelaron en Paulino o de aquellas maletas que compraron para la luna de miel en los ya desaparecidos Moga de la Plaza, ¿me equivoco?

¡Hay qué ver qué de recuerdos se me vienen a la memoria! Estoy viéndome, hace diecisiete años, una niña sin duda, y aquel reloj que aún me acompaña y que me regalaron mis padres para aquel año en Dublín; de que siendo una cría de cinco años y habiendo vaciado la hucha me acerqué a Paulino y les pedí ( a Jorge o a Tomás?no lo recuerdo ahora) que me vendieran una pulsera de brillantes (de los buenos, les dije, que son para mi madre) para el día de la madre; del último regalo, que ya tras su muerte, pero con su herencia, adquirieron mis padres por mi abuela ya ausente en las primeras Navidades sin ella y que guardaré el resto de mi vida?¡Son tantas las historias y recuerdos que encierran los negocios de nuestra vida!

Las joyerías venden algo que, no tanto por el valor que encierran sino por lo que significa, guardamos en la memoria. Venden ilusión, venden detalles que buscan permanencia, regalan sueños y señas de compromiso, nos traen a la memoria fechas y acontecimientos relevantes de nuestras historias, de nuestro pasado, de nosotros.

Cuando suba las escaleras del ya inexistente kiosco de Angelito me costará mirar al escaparate de Paulino y no ver su luz y mis recuerdos, y seguiré quedando con mis amigos en Paulino, como he hecho toda la vida, porque señores, aunque mañana el Paulino hasta ahora conocido cierre para siempre y no volvamos a ver sus vitrinas con relojes y collares y figuras de cristal, Paulino seguirá siendo Paulino para quienes desde que recordamos está ahí.

Cuando de antemano sabemos que una ausencia lo será, es porque quien parte ha sido un buen amigo. Gracias por una vida dedicada a los salmantinos y por esa esquina que ha llenado de ilusiones la Plaza Mayor de Salamanca y a sus gentes. Os echaremos de menos.