Metralletas

Desde el aeropuerto de Orly, al sur de París, tomamos un taxi a las 6,30. Por el Periférico hay avalancha de coches y motocicletas que en algunos momentos llega al atasco. La gente quiere llegar a su casa lo más pronto posible después del trabajo del día. Irremediablemente el taxista de color negro, que no para de masticar, después de programar el trayecto en su pantallita, tiene que frenar y parar de vez en cuando muy profesionalmente. Salimos por la puerta de Asnières y cruzamos dos veces el Sena. Aunque ya es de noche la iluminación me permite ir reconociendo lugares y edificios de la Ciudad de la Luz. Y recordarla como la maravillosa ciudad del arte y la cultura, que yo conocía desde hace muchos años. Aquellos recorridos de otro tiempo por museos, palacios, iglesias. Paseos por la Plaza de la Concordia, los Campos Elíseos, la Isla de la Ciudad, el "Pont Marie", el Luxemburgo. Las casetas de los "buquinistas" llenas de libros, revistas, tarjetas... discos, en la ribera del gran río, arteria vital de la ciudad cosmopolita. Pero hoy sólo me queda en la retina la imagen de la patrulla de soldados en uniforme de camuflaje, como si estuviéramos en la selva, armados con metralleta, que patrullaban a dos pasos de mi, mientras mi hija recogía la maleta de la cadena de bagajes.